Galgos o podencos, en el reino de España mucha gente aún piensa que los problemas se arreglarían cambiando a Sánchez por Feijoo o similar imaginaria de igual servicio. Es cierto desde luego que Sánchez estaría perpetrando un golpe de Estado por etapas y con nuevas tecnologías, pero no lo hace solo ayudado por una banda mafiosa sin escrúpulos, sino gracias en primer lugar a los amos que le han puesto para devastar la nación y en segundo a la complicidad activa o pasiva de las principales instituciones españolas, incluida la Corona, que como poco se lo consienten. Ni siquiera el escandaloso espectáculo de corrupción sistémica generalizada que muestra y asola al reino filipino sin que las instituciones actúen con la debida contundencia parece que pueda evitar el éxito definitivo del golpe.
De modo que la cosa no se arreglaría con la simple sustitución del despótico audaz Gran Timonel en la Moncloa. Si en verdad se quieren reconducir las cosas en beneficio del bien común, la paz y la prosperidad de los pueblos se necesita una radical sustitución de élites no solo en España sino en todo Occidente. Pero también una revisión institucional a fondo, incluida la Cultura, para tratar de corregir los fallos del tinglado que posibilitan e incluso promueven los actuales desastres impunes.
En realidad, lo que sucede en el reino de España es que por iniciativa socialista se habría roto el pacto entre socialistas y Borbones para repartirse el botín español que permitió establecer el tinglado conocido como Transición y que ahora no se querría compartir. En el caso de los socialistas mangonea un psicópata, amoral sin escrúpulos ni empatía con el sufrimiento que causa. En el de los Borbones coincide con uno de sus ejemplares históricos más lamentables. Si el último rey de la Casa de Austria, Carlos II El Hechizado, fue un desastre, el último Borbón se muestra como un imbel, no le iría a la zaga y su desempeño cada vez resultaría más comparable con los peores de la Dinastía.
Como es sabido, élite significaba minoría selecta o rectora, grupo de personas o aristocracia que destacaba por algo. In illo tempore se asimilaba a la aristocracia del mérito, de modo que gobernaban los mejores o más capaces, habitualmente organizados o dirigidos bajo la idea del Bien común. Eso ya forma parte del pasado, al menos desde que acabó el siglo XX. Hoy nos encontramos ante una selección inversa, que promueve lo peorcito de cada casa o cada banda, mafia o secta. Uno de los requisitos de selección más empleados es que pueda ser susceptible de chantaje o extorsión por corrupción, pederastia, libertinajes, rituales negros… Varios son bisexuales u homosexuales no declarados. No olvidemos que el objetivo de su acción ya no es la búsqueda y logro del Bien común sino la dictadura y la rapiña. Su capacitación humana y cualificación técnica o profesional es dudosa o casi inexistente. Y si existe se subordina a mafias o ideologías liberticidas o criminales.
En este momento histórico más que auténticos dirigentes o estadistas las gentes que se han ido encaramando a lo más alto de las cucañas institucionales empujadas por el gran capital poseen un poder vicario y buscan el logro de intereses inconfesables de los verdaderos amos. Y cada vez con menos disimulo. El único freno hasta ahora es la creciente reacción de las víctimas más directamente afectadas que se están empezando a revolver, generando manifestaciones y disturbios aunque hasta hoy no contundentes huelgas generales que puedan hacerles caer.
En los últimos tiempos la UE se ha revelado como una estructura de poder liberticida fuera de control democrático o popular que dirige sus políticas contra los legítimos intereses de los pueblos europeos y en beneficio de la plutocracia globalitaria mundial.
De no ser asesinado Trump o producirse otro nuevo escandaloso pucherazo en EEUU, cabría la remota esperanza que la renovación en la presidencia norteamericana pudiera producir un efecto dominó con la sucesiva caída de varias fichas gastadas que incluso afectase a España. Trump no pertenece al Deep State convencional, o al menos éste no se fía de él, de modo que de no ser asimilado por la enorme corrupción pudiera renovar políticas y élites.
Sin embargo, mientras exista una organización socioeconómica internacional con estructuras de poder opaco o monopolios omnímodos como Vanguard o BlackRock, la cuestión final no es solo de renovación de elites visibles, reclutados entre lo peor de cada banda pero al cabo fusibles de protección de la estructura real de poder.
Entre tanto no deja de ser ilustrativo observar las señales entre miembros de la élite, peones a su vez de otros. Estos días con gran escándalo y “cabreo” de cierta opinión que imita al tonto de la linde, Bergoglio que barrunta el final de la cacería ucraniana está avisando a su colega Zelensky de que le ha llegado la hora de negociar y quitarse de en medio.