La mierdelada , más que compota , de frutas nos ha empachado con flojedad de vientre la brújula política que ya no sabe dónde tiene el blanco y frio norte, el cálido aceitoso sur, el esperanzador amanecer del este, ni el oscuro desolador oeste. Tanto fruto en estómagos poco acostumbrados a picos de insulina feroces nos lleva al WC con excesivas expectativas para calmar convenientemente nuestras evacuaciones ciudadanas. El Boinas, que no es nada procaz en su verbalización, me soltó que está historia de colmado verdulero de abarrotes es como para «cagarse a culo lleno», y no quiso ahondar en la conversación por derroteros donde los nombres y apellidos con siglas políticas históricas e histéricas nos avergüenzan de ser españoles, muy españoles o poco. Ese deporte hortofrutícola de -meter la mano a la cesta- con ansiedad, con premeditación y con alevosía, ya lo decía don Quijote, se regula y se arbitra comprendiendo que «es mejor ser ladrón que avaro» y que «es tan buena la justicia que es necesario que se use entre los mismos ladrones». Los ejemplares truhanes Pedro del Rincón y Diego Cortado, que ahora se reviven en nuestra política diaria, nos regalaron un decir que viene al caso en volandas: —¿Es vuesa merced, por ventura, ladrón? —Sí —respondió él—, para servir a Dios y a las buenas gentes, aunque no de los muy cursados; que todavía estoy en el año del noviciado.» Y así aquí, que todavía andamos en plantar y regar brotes de democracia, pero todo nos importa poco más que tres pepinos, clamaron los profesores eméritos de los manguirlos , a la sombra de los legitimados por las urnas, que mandan y deciden: «Si las frutas son saludables no seas maleducado y salúdalas» . La diarrea se corta con manzana oxidada, la pectina del plátano ayuda con el estreñimiento, los zumos de melocotón y albaricoque también endurecen las deposiciones… y otro sinfín de remedios de la abuela nos resuenan en los oídos a la hora de tirar de la cadena con dignidad y solvencia paisana de a pie. El tránsito intestinal del Congreso, sin embargo, se llena de caras pócimas inservibles y costosísimos tratamientos farmacéuticos de dudosa compañía multinacional al antojo del consumidor. El recto hipertrofiado de esta institución, acostumbrada a chorizos picantes y otras lindezas de peor y mejor paso por los intestinos delgado y grueso, se contrae dolorido con cada noticia y hemos llegado al punto donde aquellos momentos del recio papel Elefante han sido sustituidos por una prensa húmeda, y edulcorada y armonizada y perfumada y vaselinizada para las muy diversas y poco delicadas epidermis de los pompis de sillón hortera que nos saquean sin tino.