Sanna Marin, la tercera líder de estado más joven de la historia, “hija de una familia arcoíris” según sus declaraciones, ha sido vilipendiada en la prensa canalla de medio mundo por la filtración de un video donde reía bailando con amigos y amigas, mostrándose como la persona normal y corriente que es, además de ostentar un bien merecido cargo. Para colmo de disparates, tuvo que someterse a un oficial test de drogas que dio negativo. La guapa ministra, que fue admirada y contundentemente elogiada por su exitoso manejo de la pandemia y su gestión para ingresar a la OTAN, cayó en las garras de la caverna y ha sabido levantarse con la fuerza que solo se exige a los grandes atletas de competición. “Estoy extremadamente orgullosa de Finlandia. Aquí los hijos de una familia pobre pueden educarse y alcanzar sus metas en la vida, y una cajera puede convertirse incluso en primera ministra”, respondió al cretino lenguaraz ministro de Estonia Mart Helme, por aquel entonces presidente del Partido Popular Conservador de su país, que se pasó las manos de sus sucios testículos a la cabeza, porque esta hubiera sido cajera para pagarse la carrera. A Pedro Sánchez, la Marin, le puso en un brete, recriminándole con buenas maneras que pidiera más ayudas, sin especificar claramente que “coños” aportaría a cambio de los preciosos y necesarios coronabonos, que conseguimos pese a los palos en las ruedas que el PP desparramó sin tino en la operación. Es la finlandesa una hembra valiente, que se las ha visto dialécticamente y desde un diplomático argumentario riguroso con su Presidente Niinisto, que pertenece a otro partido, pero al que se une con cianocrilato cada vez que es necesario para defender lo que integralmente consideran beneficioso para la nación, dándonos a los morenos del sur un ejemplo de plática política avanzada, y no modelo garbancero como el que sufrimos en estos agostos de piel de toro cauterizada por la oposición cutrecaspa del NO permanente. Es significativo que los cinco partidos que forman el Gobierno de coalición que preside Sanna están liderados por mujeres, cuatro de ellas en la hermosa y fecunda treintena. ¡Que cunda el ejemplo! Digan lo que digan los primates de Atapuerca, que visten corbata calorífica reivindicativa en el Congreso, necesitamos esa energía de la mujer, esa fuerza creadora y esa alegría que nosotros los machos nos empeñamos en castrar para sentirnos en una ininteligible corrección, que nos lleva donde el diablo abandonó su ultimo pedo, que diría el “Boinas”. Ayer, me comentaba indignado el suceso parapetado tras su inevitable gin-tonic del arranque de la madrugada, y añadía en un alarde intelectualoide: “Ya lo dijo Henri Bergson cuando argumentaba que la comedia era observar personas bailando al son de una música a través de una ventana siendo incapaces de oír la música”. Cuando el Boinas se pone estupendo es imbatible. La opereta bufa de nuestros dirigentes, más allá de escandalizarnos, nos coloca en riguroso luto. Yo quisiera para mi país unos jóvenes dirigentes que, además de hacer bien su trabajo, bailaran y se rieran con la desinhibida sinceridad de Sanna Marin, porque confío plenamente en la verdad plebiscitaria que se esconde en aquella famosa frase de Oscar Wilde: “Algunas personas llevan alegría a donde sea que vayan; otras la generan cuando se marchan”