Contra 6,6 millones de ciudadanos de la comunidad de Madrid, siete mil energúmenos han incendiado las calles del centro envueltos en banderas anticonstitucionales, constitucionales; y pancartas contra la Constitución, la Monarquía, los Partidos que no aceptan sus ultrapenosos criterios fascistoides, y contra la razón más simple del sistema de Parlamentarismo que, a través de la Constitución, legisla nuestro Congreso. Animales alimañeros, que suponen el insignificante 0,01 por ciento de los bípedos madrileños, han incendiado las calles y los medios con su desaforado burrerío hiperbólico, blandiendo y coceando consignas que nos hacen sonrojar a los humanos normales, ciudadanos del siglo XXI, que ansiamos una simple, saludable y pacífica normalidad democrática. Esta ultraderecha maltrecha y retrógrada que, en una nostalgia de barbaries golpistas, se echa retadora a la calle, agresivamente, pretendiendo a chorros la involución violenta y que es capaz de avergonzarnos como europeos de bien, nunca pisó los adoquines de la via a la libertad que se consiguió a base de grandes sacrificios ideológicos, y que alcanzó sudorosamente la necesaria amnistía de unos y otros. Han sido incapaces de comprender el Parlamentarismo, esa forma reglada que elegimos y pactamos para organizar el poder, construyendo un modelo político representativo donde las cámaras desarrollan la actividad legislativa y el control del Ejecutivo. Ese parlamentarismo incomprendido y denostado por estas patuleas es la expresión de las democracias representativas, que se construye a partir de las teorías del liberalismo político extendidas por toda Europa desde finales del siglo XVIII. Pero ellos, ofendiditos por su pérdida de poderes arrebatados al pueblo, se perdieron o se ahorraron por la patilla ese capítulo de Barrio Sésamo, y como partidarios acérrimos de la Bruja Avería gritan despepitados: ¡¡Viva el mal !Viva el capital!¡ Y así padecemos al vuelo gallináceo a esos jueces y fiscales que brotan otoñales moviendo banderas de “indignación, desolación, asombro, tristeza y extrema preocupación”, moviendo a los cuatro vientos las banderas que durante cinco años de farsa judicial no han movido para la renovación Constitucional de los miembros del Poder Judicial. ¡Que manada de canallitas, de fulleros y de puñeteros sanchopancistas con toga en ristre!
El presidente del PP, líder por poco tiempo de la oposición, aseguraba hace unos dias en Barcelona que: «sin normalizar las relaciones, desde la discrepancia, con el nacionalismo catalán no podrán «mejorar el bienestar de los catalanes». y así, para pasmo de su cortedad intelectual, se ha plasmado negro sobre blanco en este acuerdo sobre los desacuerdos. Decía Virgilio que la fortuna siempre se decanta por los audaces y en esta propuesta PSOE y Junts se reconocen y certifican la legitimidad mutua de sus objetivos políticos y se emplazan a una futura negociación. ¡¡Eso es todo amigos!! ¡Más nada! Es –pobretontón y escasote -, pero “es lo que hay”. El independentismo, al fin sin unilateralidad, reconoce la Constitucion. ¡Lean bien lo firmado y no lean lo que no está escrito y rubricado! “Algo es algo”, más allá de las hipérboles de una caverna derechosa que, como es habitual en lo torticero, no quiere o no sabe leer en esos cuatro folios preñados de futuribles, lo mires desde el punto de vista que lo mires, un político acuerdo sobre los desacuerdos. Un vacilón casi literario, que navega y rema sobre las procelosas aguas del artículo 92, donde se señala, explícitamente, que –se podrán someter a referéndum consultivo “las decisiones políticas de especial trascendencia”–. y que las consultas aprobadas por el Congreso y propuestas por el Presidente serán convocadas por el Rey. ¡¡¡Lean el 92 coño!!! Tanta hiperventilación por su parte nos va a asfixiar las meninges. A ver cómo se sofoca en un respiro asistido la parte más compleja de vestir para vendérnosla como necesaria, que es la jodida amnistía. Una amnistía, que, a día de hoy, sin que sepamos los términos, su alcance, su música ni su coreografía, está más en pelota picada que los desnudos bailes de Isadora Duncan. Ese cobarde Pig-demont, por lo que se supone, puede ganar alguna mano de cartas en esta partida de burlangas pacotilleros.
NOTA.- Según la RAE
Cancamusa
1. f. coloq. desus. Dicho o hecho con que se pretende desorientar a alguien para que no advierta el engaño de que va a ser objeto.