PIENSO ANIMAL. APORISMOS DE TRES AL CUARTO
Tan generoso regalando miedos y tan mezquino sembrando esperanzas. Tan acaparador de lo que no fuera ni necesario ni contingente. Tan ausente de labios que se encontraran con los suyos, que la saliva se le hizo intragable. Era un adecuado trabajador para fabricar traiciones imposibles de perdonar, o asesinatos dolosos y culposos sin coartada. Que bien luce colgado por el cuello en ese frondoso castaño de la avenida de los descaminados, y cuanto ha ganado fotográficamente ese gris tontódromo donde ya solo pasean los perros callejeros, algún perezoso sapo y el destartalado coche policial de atestados. Ni las urracas ni los cuervos han tenido interés en sus ojos suicidas. Se rumorea que su hígado y sus riñones viajaron clandestinamente a París. El periodista que escribió la crónica para el diario local la tituló: “Aviones que sangran”. Comenzaba su artículo preguntándose si la frecuente aparición de cadáveres destripados había resucitado la codicia de los ladrones de órganos.