De Rajoy a Feijóo. ¿Más de lo mismo o peor? Reavivando la memoria histórica reciente
Por Magdalena del Amo
Es sabido que los socialistas no se caracterizan por ganar elecciones en las urnas, con votos razonados y tranquilos. Suelen llegar al poder por la puerta de atrás, con trampa o aprovechando coyunturas tristes y vergonzosas. Así somos los humanos: emocionales y frágiles de memoria, debido a un mecanismo de defensa para sobrevivir a la adversidad. Pero, a veces, es necesario hurgar en los recuerdos.
Si Zapatero aterrizó en Moncloa montado en “un tren de Cercanías” –como apuntó en su día el senador Carlos Benet—, Sánchez lo hizo a bordo de la moción de censura más surrealista de la historia de la democracia. Día triste aquel en el que un derrotado Mariano Rajoy ingresó en el paro político tras una tormentosa tarde de dudas, presiones y copas, muchas copas. Los porqués y los tiempos son un misterio que quizá se desvele un día en algún documento desclasificado. Así nos hemos ido enterando de hechos relevantes de nuestro pasado, en los que mediaron poderes foráneos, mientras nos tragábamos las versiones oficiales cocinadas en las cloacas internacionales. Igual que ahora. Mientras no se haga visible la evidencia, sobre aquellas horas solo nos queda deducir, especular y lanzar interrogantes. Lo que no se puede dudar es que el desalojo de Rajoy fue una trampa de trileros que sumió a nuestro país en la mayor crisis política, económica, sanitaria, judicial, social, moral y espiritual de todas las épocas. Una situación de muy difícil retorno. Nunca antes la sinrazón y el despropósito habían llegado tan lejos. Nunca la corrupción había alcanzado un espectro tan amplio. Nunca seres tan malévolos y deformados habían llegado al poder con la careta de salvadores. Nunca se había visto tan a las claras el dominio negativo del “poder invisible”. Los actuales gobernantes del mundo –salvo alguna rara excepción— son auténticos servidores de las fuerzas oscuras, de mucha peor calaña que los de tiempos pasados, más ladinos, más cínicos, más suaves en su discurso engañoso; son genuinos maestros de la mentira, y magos en el manejo de la ingeniería verbal/ social, amparados en mantras sobre derechos que no son tales, referidos al ser humano, al planeta, a la transición energética, al cambio climático, a la digitalización, a los proyectos antivida, al transhumanismo; es decir, un saco sin fondo donde tienen cabida todas las etiquetas de lo “sostenible”, bajo el paraguas de la Agenda 2030, la nueva biblia del mundo, cuyos versículos son dogmas de fe, de los que está prohibido disentir, y que la sociedad integra gracias al bombardeo de una prensa adoctrinadora y corrupta. Por todo ello, la batalla de las ideas está a punto de perderse definitivamente.
¿Pero podría invertirse esta carrera de sinrazón con políticos de signo distinto? ¿Cambiaría algo realmente sustancial con el Partido Popular? Para contestar sí o no, es imprescindible conocer la ideología del partido en los últimos años y analizar si, de facto, son tan diferentes. No hay que olvidar que el PP de la moción de censura, que dio paso al sanchismo, había perdido la confianza de los ciudadanos.
A pesar de la mayoría absoluta, Rajoy se olvidó de sus promesas electorales, entre ellas, la derogación de las leyes del aborto, violencia de género y memoria histórica, o la revisión del caso 11M. Se puede decir que Rajoy entró en la Moncloa traicionando a sus votantes, dinámica que continuó in crescendo, hasta dejarnos el aludido día aciago de la borrachera, que entronizó a la izquierda para continuar la pendiente resbaladiza iniciada por ZP y su nutrido equipo de inmorales.
La deriva suicida de Rajoy no es fácil de entender desde un análisis racional. Sus dos legislaturas están marcadas por la escenografía de una marioneta que cumplía órdenes. ¿Pero de quién? ¿De los mismos que dirigían a Zapatero y ahora a Sánchez? ¿Obedece todo a la estrategia de cambio social programado desde las sombras? Cada vez caben menos dudas.
Allá por el año 2016 el Partido Popular perdía apoyos a toda velocidad. Mariano Rajoy no era el político que habíamos conocido, a quien los españoles le habían encomendado la labor de salvar a España. La carcoma había infestado la masa pepera y, ante su deriva, muchos allegados, decían abiertamente: “este tío nos ha hundido el partido”: Por esos días publiqué un artículo con las siguientes preguntas dirigidas a los quejumbrosos:
¿Dónde estabais mientras vuestro partido en el gobierno subía el IRPF a las clases medias, cuando habíais prometido todo lo contrario? En esos momentos, aplaudíais y lo justificabais con el déficit y la herencia, como si el PP hubiera llegado a ciegas. Lo sabíamos todos, y por eso lo votaron once millones de esperanzados, para que hiciera de mago, como se prometió en la campaña. ¿Dónde estabais cuando el presidente le enviaba mensajes a Bárcenas? ¿Qué hacíais cuando se destapó el asunto de los sobres? ¿Por dónde andabais cuando saltó el escándalo de Bankia? ¿Qué dijisteis cuando Gallardón subió las tasas judiciales, dejando sin derecho a la justicia a una buena parte de los españoles? ¿Dónde estabais cuando –en contra de lo prometido—el sistema de elección de jueces pasó de malo a peor? ¿En qué pensabais cuando, día sí y día también, se publicaba sobre la corrupción de Ana Mato y su marido, de Cospedal y el suyo, amén de otros cargos del PP? ¿Cuándo criticasteis el número de asesores de Rajoy –mayor incluso que el de Zapatero—muchos de ellos sin un mísero graduado escolar? ¿Dónde estabais cuando el Gobierno decidió que la ley del aborto de ZP-Aído estaba bien si se la maquillaba un poco porque los españoles ya estaban lo suficientemente “maduros” para eliminar bebés en gestación y os conformasteis con la restricción del consentimiento paterno? ¿Qué dijisteis cuando Rajoy declaró en televisión que la Infanta iba a salir bien? ¿Dónde estabais cuando trascendió el acuerdo“ salvar a la Infanta”, tras la reunión entre el Rey, Rajoy y el Fiscal General del Estado? ¿Qué dijisteis cuando se retiró a la jueza Alaya del caso EREs para proteger a los corruptos? ¿Qué decíais cuando Rajoy recortó un 40% las prestaciones a los dependientes? ¿Qué pensabais cuando Rajoy se volcaba con los bancos y las cajas mientras se hundían las pequeñas empresas? ¿Qué pensabais cuando subía el recibo de la luz en beneficio de las eléctricas y los pensionistas no podían encender la calefacción? ¿Qué opinabais cuando se retiraba la medicación a los presos enfermos de hepatitis porque era demasiado cara? ¿Dónde estabais mientras Rajoy ejercía de no-presidente y dejaba que los separatistas camparan a sus anchas? ¿Dónde estabais cuando Rajoy firmó la rendición ante la banda terrorista ETA? ¿En qué andabais cuando Rajoy abandonó a las víctimas del terrorismo? ¿Qué hicisteis cuando Rajoy excarceló a terroristas con varios muertos a sus espaldas y, ya de paso, a violadores y asesinos peligrosos? ¿Dónde estabais cuando tras el accidente del Alvia en Santiago y descubrir las irregularidades en la vía, se hacía una componenda política para culpar exclusivamente al maquinista? ¿Qué decíais al ver que Rajoy no adelgazaba la Administración –como había prometido—, disolviendo órganos consultivos y demás chiringuitos que solo son oficinas para colocar a políticos y a amigos? ¿Qué hacíais cuando Rajoy mentía una y otra vez? En definitiva, ¿dónde estabais mientras Rajoy y su grupo de incondicionales damiselas y galanes hundían el partido? ¿Dijisteis algo? Nada. En efecto, no dijeron nada y ahora se lamentan y están en shock”.
Los silentes de entonces, tras el fiasco de Casado, son primos hermanos de los que ahora arropan a Feijóo para revivir el mito del retorno del héroe civilizador, la gran esperanza. Lo desolador es que solo piensan en clave económica, lo cual es lógico en una sociedad adoradora constante del becerro de oro.
Me pregunto si el PP está en condiciones de ofrecer una alternativa eficiente para enderezar lo torcido y recuperar lo perdido. Feijóo –en otro tiempo, Alberto Núñez a secas— llega como el gran mesías, aclamado por la multitud pepera, dispuesto a arrebatarle el trono a Sánchez e invita a los de VOX –aunque de manera indirecta— a regresar a casa. ¿Pero a qué casa?, nos preguntamos. ¿Qué ha rectificado el PP para que vuelvan los huidos? Bien sabe el ourensano que de la ideología matriz solo quedan los escombros, y que él ha contribuido a instaurar el relativismo de estos tiempos de confusión. El terremoto del Nuevo Orden Mundial derrumbó los pilares en los que estaban insculpidos los valores del humanismo cristiano –como consta en sus estatutos—, de los que se avergüenzan los ppprogres mimetizados con la izquierda. Y Feijóo es de lo más progre del PP; por eso le pinta tan bien el alias de “el moderado”.
Cuando alguien de la derecha es tolerado por la izquierda, algo no anda bien. Don Alberto salta el Padornelo con la lección aprendida, con muchas horas de práctica en Galicia. Él no necesita acudir al Club Bilderberg, ni recibir la visita de Soros o viajar a México a que “los hijos de la viuda” le lean la cartilla, como hicieron con don Mariano. Los dos gobiernos de Rajoy siguieron patrones cien por cien masónicos y en este terreno abonado creció la cicuta que nos envenena. No se puede negar que el camino de Sánchez estaba bien allanado para seguir con la devastación de España a todos los niveles.
El padre Guerra Gómez confirma en su libro Masonería, religión y política la conexión de Rajoy con los del mandil. Esto no gustó nada en la Conferencia Episcopal, como, de manera confidencial, algunos destacados miembros me hicieron saber en su día. Ni el hecho en sí, ni que se hiciese público.
Feijóo no necesita lecciones de descristianización y laicismo; lo trae de serie, a pesar de haber nacido en Orense, una provincia de gran tradición religiosa, y de tener por vecino al Apóstol desde hace años.
Hemos dicho muchas veces que en momentos especiales necesitamos políticos especiales. No solo que sepan de economía y rebajen impuestos, sino que conozcan los entresijos de los globalistas del NOM y se opongan a ellos. Feijóo no va a hacerles frente; todo lo contrario. Él es un cooperador cazado a lazo, como Macrón, Sánchez y la mayoría de los líderes mundiales. Moralmente no hay diferencias sustanciales entre ellos, lo cual debería hacernos pensar.
En las cinco semanas que Feijóo lleva al frente de la formación no ha habido momentos para el optimismo y era de esperar. Se fue Casado, pero crece la sombra de Rajoy y la vieja guardia, con sus ambigüedades e incoherencias. Ni siquiera nos sorprendió que el PP votase a favor de la Ley de Seguridad Nacional, un proyecto arrasadoramente totalitario, de apoyo a la Agenda 2030. Un atraco a mano armada por la vía legal.
Esta ley, entre otras muchas aberraciones, aparte de coartar libertades fundamentales, entre ellas, la libertad de expresión, faculta al Estado para expropiar cualquier tipo de bien privado, incluidos los ahorros, en caso de ser necesario para afrontar una crisis. Recordemos que la Ley de Seguridad Sanitaria de Galicia, reformada en 2021, también contempla la expropiación en estos casos. En realidad, son leyes de inseguridad.
Está claro que Sánchez y Feijóo beben en las mismas fuentes ideológicas y obedecen a los mismos amos. Lo peligroso de la letra de la ley es que las “crisis de diseño” son más comunes que las crisis aleatorias. Se programan en las alturas del poder en la sombra y se implementan a través de la propaganda mediática, el funcionariado y las fuerzas del orden, siempre al servicio de los políticos de turno. La pandemia fue el gran experimento de la dictadura global cuyas secuelas estamos sufriendo, a pesar de la aparente alegría y ganas de diversión. Medir el estado de salud mental por el overbooking en aeropuertos y hoteles es estar en la luna. Este presente de aparente calma es solo una tregua, una secuencia más del reality, un ínterin en la sesión de tortura.
¿Alguien nos defenderá de todo esto? No tengo mucha esperanza de que la humanidad en bloque vaya a ser “rescatada” como por arte de magia. En cambio, sí tengo mucha fe en el gran poder divino que reside en cada ser humano; de su capacidad para vivir en paz los momentos de crisis y salir fortalecido. Tengamos presente que la llamada felicidad no depende de las circunstancias sino de nuestra coherencia y actitud en la vida a la hora de afrontar situaciones. Estamos aquí, en este momento preciso, por algo. Descubrir o recordar nuestra misión es la gran tarea que corresponde a cada uno de nosotros.
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