Aragonés, ha demostrado, una vez más, ser un paleto maleducado incapaz de por vergüenza y educación, atendiendo las reglas mínimas de urbanidad, representar su estatus pagado con dinero de todos de una manera digna. No recibir al rey en el Mobile World Congress, al humilde entender de muchos, es una cutre pataleta de enano político que, muy lejos de la fotografía calificadora de su leve estatura personal, lo enmarca en la del gnomo pedigüeño y malcriado con escudella de alubias pedorras mal guisadas. Y lo cuento desde mi profundo rechazo a la monarquía, que no he votado ni votaría, y a la vez desde la hospitalaria educación leonesa que se inculca como valor en mi tierra donde el himno comienza diciendo: Sin León no hubiera España, antes que Castilla leyes, concilios, fueros y reyes, … Unos versos que sacan con indiscutible veracidad, cabezas históricas a esa Cataluña de respetable historia tan posterior como discutible, donde se tardaron varios siglos en descubrir el parlamentarismo que gastábamos. Este sujeto, que arrastra malamente y con disgusto un apellido “Aragonés”, sigue, por lo visto, jodidito porque le regalaran las barras a su bandera-emblema los reyes de Aragón, (“además de los demases” condes de Barcelona), desde la magnanimidad de Alfonso II de Aragón, o según algunos historiadores más conspicuos y entregados a la causa, ya a partir de su padre Ramón Berenguer IV. No lo ha entendido este abogado heredero del “torrao”, empequeñecido en su mierdecilla maricomplejita de inferior sacando pecho tordo al mostrarse reiteradamente ineducado como anfitrión, cabreado con respirar el mismo aire bajo el mismo cielo de quien, de momento y por mandato constitucional que juró o prometió para poder cobrar su sueldo es altamente superior a todos los efectos. No le sale de su bajeza recordar que el artículo 152.1 de la Constitución se explicita para recordar que el rey es quien nombra al presidente. Sería recomendable que este sujeto tan poco cortés y valiente se repasara los versos e ideas de Joan Margarit , ese gigante de las letras tierno , sabio y -bien pensante-:
Si la desesperanza
tiene el poder de una certeza lógica,
y la envidia un horario tan secreto
como un tren militar,
estamos ya perdidos.
Me ahoga el castellano, aunque nunca lo odié.
Él no tiene la culpa de su fuerza
y menos todavía de mi debilidad.
El ayer fue una lengua bien trabada
para pensar, pactar, soñar,
que no habla nadie ya: un subconsciente
de pérdida y codicia
donde suenan bellísimas canciones.
El presente es la lengua de las calles,
maltratada y espuria, que se agarra
como hiedra a las ruinas de la historia.
La lengua en la que escribo.
También es una lengua bien trabada
para pensar, pactar. Para soñar.
Y las viejas canciones
se salvarán.
Pues, leído esto, es recomendable que este President se coloque un sonotone de amplio espectro y que escuche la música de lo que se celebra y la letra del cómo se celebra. Que, en la liturgia de estos actos, lo representativo del sentimiento y la educación no han de estar reñidos (ni siquiera enfurruñados); y en el ritual de andar por casa, esta generosa tierra llamada España en la que cabemos todos, reza el imaginario feraz de que a quien llega a tu puerta se le ha de ofrecer además del respeto, la bienvenida políticamente correcta a pecho descubierto y con la mano más abierta que el bostezo de un cocodrilo. Confucio se lo diría en catalán para que usted, en su nada diplomático despiste acondroplásico, se diera por aludido: L’educació genera confiança. La confiança genera esperança. L’esperança genera pau.