Una persona entra en un restaurante y pide sopa. El camarero se la trae. El cliente llama al camarero y le pide que la pruebe y el camarero actúa de manera lógica: ¿está fría? ¿está caliente? ¿le falta sal? ¿le sobra sal? ¿mucha pimienta? ¿poca pimienta?… A cada pregunta el cliente le responde solo que la pruebe, que la pruebe, que la pruebe… Cuando el camarero va a probarla se da cuenta del problema. ¡No hay cuchara!. El camarero piensa de manera lógica: a la sopa le ocurre algo. Pero el cliente no le ha dicho en ningún momento que a la sopa le pase nada, solo le ha pedido que la pruebe. El camarero no ha sido capaz de calcular todas las posibilidades, estaba obcecado con que la sopa tenía algún problema y en base a esa alternativa ha construido todo su razonamiento. «Elemental mi querido Watson», el camarero » lo tiene todo a la vista. Pero no es capaz de razonar a partir de lo que ve». Es decir, «usted ve, pero no observa. La distinción es clara».
Quizás no lo sepamos pero existen dos formas de procesamiento cerebral. Uno es el procesamiento transversal, lateral u horizontal, el otro es el procesamiento lógico o vertical al que también se le ha llamado, desde un punto de vista psicológico, pensamiento crítico o sentido común. El lateral afronta la resolución de un asunto aplicando estrategias nada lógicas o convencionales y así encontrar soluciones atípicas, creativas e imaginativas. En cambio el procesamiento lógico o vertical aborda el hecho en cuestión buscando las respuestas que surgen a lo largo de una única línea de solución. Es un tipo de procesamiento fundamentalmente hipotético y deductivo, pero que tiene una gran limitación de posibilidades cuando se trata de buscar soluciones a problemas nuevos que necesitan nuevos enfoques. Y nuestras vidas se ven afectadas por estos dos tipos de procesamiento en más ocasiones de las que pudiéramos imaginar.
Habréis podido observar que en esta entrada, hilaremos las explicaciones sobre procesamiento horizontal, vertical y pensamiento crítico usando frases famosas de un gran detective de ficción como es Sherlock Holmes. Para todos aquellos que deseen mejorar sus capacidades de lógica, deducción, verticalidad, horizontalidad y todos estos menesteres de los que hablaremos a continuación, recomiendo encarecidamente la serie de novelas de Sherlock Holmes escritas por su creador, Arthur Conan Doyle. Para mí supuso un antes y un después en mi forma de abordar los problemas cotidianos y no tan cotidianos.
El procesamiento transversal se pone en práctica, de manera inconsciente, sin saberlo siquiera. Se puede observar en muchos momentos insospechados de la vida, incluso en los asuntos más nimios. Por ejemplo, una persona que está enfrente de otra dice: una, dos y tres y le tira una pelota. Automáticamente el reflejo suele ser cogerla, pero existen muchísimas más opciones posibles. Por ejemplo, protegernos la cara con las manos, desviar la pelota con las manos, hacernos a un lado con el cuerpo y dejarla pasar o dejar que nos dé sin protegernos en absoluto. Igual al lector se le ocurre alguna otra posibilidad como puedes ser salir corriendo. «Siempre hay que buscar una posible alternativa y estar preparado para ella».
Porque se nos pueden ocurrir muchas soluciones sentados tranquilamente, analizando el problema con calma. «Sopesamos las posibilidades y elegimos las más probables. Es el uso científico de la imaginación». ¿Pero qué ocurre cuando la respuesta implica una rapidez de actuación como en el caso anterior? La persona que tiende a procesar de manera vertical puede gestionar quizás una o dos opciones pero si el lanzador le pide que haga otra cosa mientras le lanzamos dicha pelota, el procesamiento vertical se bloquea sin saber qué hacer. Carece de los hábitos de rapidez de procesamiento, de creación de soluciones y de elección de una de ellas y es incapaz de procesar todo eso en una fracción de segundo. Sin embargo, una persona acostumbrada al procesamiento transversal no tiene problemas en reaccionar de manera diferente en una milésima de segundo.
Y es que según la forma lógica o vertical de procesar, un vaso de plástico sirve para beber. Pero si estamos en la playa y cogemos un vaso para hacer castillos de arena; o si tenemos que entretener a los niños y decidimos fabricar un teléfono con dos vasos y un hilo; o si nos regalan unas flores y no encontramos florero y usamos un vaso con este propósito; o si queremos jugar al parchís y no tenemos cubiletes; o si estamos pintando y necesitamos un recipiente donde limpiar los pinceles; o si tenemos que ordenar unos lápices de colores en nuestro escritorio; o si queremos hacer un bizcocho de microondas; en todos esos casos tan poco comunes estamos recurriendo al procesamiento lateral.
También es ilógico que usar un vaso de plástico como molde de bizcocho. Pues se conoce como bizcocho aéreo o de esponja en alta cocina a este tipo de técnica de realizar bizcochos muy esponjosos en vaso de plástico y microondas. A veces, «lo que está fuera de lo común suele ser una guía más que un estorbo». ¿No es alguien como Ferrán Adriá un referente en alta cocina y sus innovadoras y extravagantes ideas recibieron premios y reconocimiento? A las personas que son capaces de equilibrar su procesamiento transversal con el vertical se les llama visionarios. Estas personas saben ver lo estrambótico como una guía para llegar a una solución insospechada a un asunto. Desde luego el procesamiento lateral es creativo, aunque a veces la creatividad viene acompañada de extravagancia. En ocasiones suceden cosas que rayan en lo grotesco, pero están ahí, no se pueden obviar. Sin embargo, «cuanto más extraño y grotesco sea un incidente, más cuidadosamente merece ser examinado»
Es el procesamiento lógico el que debe analizar las opciones propuestas por el lateral y determinar las posibilidades de éxito de cada una de ellas. Se podría decir que ambos forman un buen equipo. Pero, en realidad, la mayoría de las veces es el procesamiento vertical el que predomina y, además, la lógica que se aplica suele venir determinada por ideas preconcebidas implantadas por otros que nos convencieron de su punto de vista sin que nos diéramos cuenta. Por ejemplo, tienes que salir a la calle y te dicen desde la televisión que hace mucho calor a pesar de ser diciembre. Y no reflexionas de lo extraño del caso, sales a la calle con vestuario veraniego y te hielas. Has aceptado por buena una información rara porque en invierno no suele hacer calor. Pero es lógica, porque nunca te mentirían desde la televisión, así que si hace calor, hace calor, será alguna de esas olas tan extrañas que a veces ocurren.
Aquí es donde debería actuar el pensamiento crítico o sentido común, al que llaman «el menos común de los sentidos». No lo considero equivalente al procesamiento vertical sino, más bien, una especie de juez supremo que ayuda a dirimir pequeñísimas contradicciones y desmontar ideas preconcebidas, la vuelta de tuerca a la lógica. El pensamiento crítico se plantea: ¿y si esta lógica realmente es una mentira?. Y se dedica a desmontar sus argumentos.
Quizás a pesar de lo que digan en televisión, antes de decidir el vestuario con el que salir a la calle deberíamos haber hecho algo tan sencillo como es abrir la ventana y observar el tiempo que hace, mirar cómo va vestida la gente o consultar el termómetro. Quizás no prestamos atención y el tiempo que narraban por la tele se refería a otra ciudad diferente a la nuestra. «Datos, datos, datos. No puedo fabricar ladrillos sin arcilla».
Además, «debemos buscar coherencia. Cuando hay falta de ella, debemos sospechar». Porque en ocasiones nuestro procesamiento vertical falla, puede verse influido por el de otros sobre todo, como ya hemos dicho, si no controlamos el tema en cuestión. Se trataría, no de una lógica propia sino «adquirida» de otros. En otras palabras, estaríamos siendo manipulados.
Es el caso de la publicidad. ¿Controlamos los componentes químicos de un detergente hasta tal punto que podemos saber si es más o menos eficaz que otro? ¿O nos dejamos influir por el anuncio de turno más original o que más nos llame la atención? Tenemos que tener en cuenta que existen personas que pueden tener fines interesados de cualquier tipo. El pensamiento crítico es lo que nos ayuda a desconfiar de las informaciones disfrazadas de buenas intenciones pero que provienen de alguien que solo pretende vendernos algo. Y es que «la prensa, Watson, es una institución muy valiosa, si sabe cómo utilizarla», ¿no os parece?.
A veces sucede que una persona poco capacitada en un tema se cree que sabe más que los demás y habla tan convencida que convence al resto. En eso consiste el llamado sesgo Dunning-Kruger o lo que es lo mismo «un tonto encuentra siempre otro más tonto que lo admira». Podemos ser el «tonto» que habla o el que escucha ¿pero cómo evitamos ser víctimas de este sesgo? Pues hay que intentar formarse en los temas que no se controlan, respetar otras opiniones y no intentar imponer tu opinión por encima de todo. Si no nos informamos correctamente, si no tenemos datos, si ignoramos las incoherencias seremos carne de manipulación.
Volviendo al procesamiento transversal, este está profundamente ligado a la curiosidad del ser humano. A veces proviene de la propia experiencia o de la observación e importancia que se le da a hechos irrelevantes que no llamarían la atención de ninguna otra persona. «El mundo está lleno de cosas obvias, que nadie por casualidad alguna vez observa (…). Usted sabe que mi método se basa en la observación de tonterías».
A veces el procesamiento lateral procede del conocimiento que se tenga de varias áreas diferentes y de la observación de esas «obviedades». Por ejemplo, soy artesana del barro y observo que el trabajo con la arcilla me da paz y tranquilidad. Al mismo tiempo conozco a alguien que sufre ansiedad o depresión y está tomando una fuerte medicación. Quizás pueda sugerirle que intente trabajar el modelado con barro que a mí me da tanta paz y ver si puedo contribuir a que sienta algo de alivio. Es un procesamiento transversal porque la lógica dice que no, que si tienen ciertas condiciones graves para las que el único tratamiento es una medicación fuerte, ¿que tiene que ver ponerse a trabajar el barro?. Aunque, «nada resulta más engañoso que un hecho evidente».
A veces nos gusta tanto el pasatiempo y nos produce tanta calma que queremos que se convierta en nuestra actividad profesional. En este momento actúa el procesamiento vertical: ¿de qué vas a vivir mientras tanto? ¿tienes ahorros? ¿sabes cuánto dinero hace falta para poner en marcha ese negocio? ¿tienes formación? ¿está dispuesta a seguirte tu familia? ¿vas a dejar atrás a tus amigos? ¿no te cansarás de la forma de vida sin los recursos y todo lo que te ofrece la ciudad? Todas estas consideraciones son parte del procesamiento vertical.
Es decir, que el procesamiento transversal es creatividad pura, innovación, extravagancia… Sus conclusiones pueden llegar a ser absurdas porque se salta las convenciones y por eso se produce una cascada de nuevas posibilidades, liberadas de ideas tradicionales o anticuadas. El procesamiento vertical analiza cada una de las opciones que proporciona el lateral y el pensamiento crítico refina los razonamientos del procesamiento vertical. Así se pueden resolver problemas de manera imaginativa e insospechada.
El procesamiento lateral y el pensamiento crítico se pueden y se deben entrenar porque es el vertical el más arraigado al ser el que se inculca desde la niñez durante toda nuestra vida. Hay muchas formas de entrenar. Por ejemplo, imaginar soluciones diferentes a un asunto y luego aplicar la lógica sobre la viabilidad real de cada una de las opciones.
Otro buen ejercicio podría ser escuchar o considerar una opinión radicalmente diferente a la nuestra. Quizás se trate de una opinión producto del procesamiento transversal, una opinión muy extravagante, pero se trata de intentar entenderla hasta el punto de hacerla propia, de dejarnos convencer por esa opinión. Este ejercicio mental es muy complejo, solo apto para personas seguras de sí mismas porque combate con nuestro sistema de creencias tan firmemente arraigado. No consiste en dar la razón por el hecho de darla sino intentar entender, con calma, los argumentos del que defiende la idea contraria.
Quizás este tipo de entrenamiento es difícil porque nos da miedo de que la otra opinión pudiera ser la correcta y la nuestra, que tan firme creíamos, sea la errónea. Entonces nos sentiríamos engañados. El ejercicio consiste en permitirnos entender esa idea tan opuesta a la nuestra y atacar la propia. Seguro que a todos nos viene a la cabeza alguien que nos contó algo que parecía irreal, descabellado. Intentemos liberarnos de prejuicios, analizar todos los aspectos posibles, buscar información, obtener datos y, sobre todo, cómo nos sentimos al pensar que esa idea tan contraria a nuestras creencias o principios pudiera ser la correcta en lugar de la nuestra. Al fin y al cabo es de humanos errar y de sabios reconocer los errores. «Cuando eliminas lo imposible, lo que queda, por muy improbable que parezca, tiene que ser la verdad”.
Dentro de este ejercicio podemos, asimismo, establecer una subcategoría. ¿Qué tal si nos replanteamos todo lo que creemos en la vida?. ¿Por qué creo en esto?, ¿he estudiado lo suficiente del tema o caigo en el sesgo Dunning-Kruger y repito cuatro consignas escuchadas en algún sitio sin entender en profundidad del tema?, ¿he leído algún estudio que avale mis ideas?, de ser así, ¿ese estudio tiene defectos de metodología?, ¿hay conflicto de intereses?. El otro día andaba yo leyendo por internet las bondades de los edulcorantes artificiales cuando miro el posible conflicto de intereses, la página web era la de una corporación americana de fabricantes de edulcorantes. ¿Veis el conflicto de intereses?. En ocasiones dan por bueno un estudio que, cuando lo analizas resulta que se ha realizado sobre una sola persona, pero lo utilizan para convencerte de algo a ti.
Si practicamos con regularidad veremos cómo el procesamiento transversal creativo se activa, logramos encontrar muchas más soluciones a un problema y mejora nuestro pensamiento crítico. Enriquecemos nuestra vida y nuestra mente porque la armonía entre el procesamiento transversal, el vertical y el pensamiento crítico contribuyen al bienestar de nuestro cerebro. Razonar de otra manera fortalece nuestra zona prefrontal, construye redes neuronales y mejora la flexibilidad cognitiva. No tenemos nada que perder… y mucho que ganar.