La sarna, que escarba la piel cavando galerías picorosas y madrigueras para rascar, es más benigna que estas maniobras parasitarias que la derechona cavernícola ha montado en torno a “la legalidad patafísica*”. Con su cinismo innoble y descarnado, torticeando en la hipocresía más falaz, pretenden hacernos partícipes de un estado excepcional del deterioro de las instituciones, contando con la aquiescencia de sus voceros mediáticos. La idea es transmitirnos que todos son la misma mierda y sedimentar en nuestras entendederas la inutilidad de la política. Su beneficio es claro: disuelven su discurso dándonos a comulgar, con sus ruedas de molino, que sobran los argumentos democráticos y que la matemática de unas cifras, donde la mayoría de izquierdas es clara, no vale ni para suelas de zapato. En las elecciones de 2019 el PSOE se atrincheró tras 120 escaños y el PP se enrabietó con los 89 que las cifras le asignaron. La diferencia era de más de un millón y medio de ciudadanos dándoles la espalda. Nunca desde entonces, a estos herederos directos de la victoria golpista de Franco, les interesó asumir la derrota de las urnas y urdir un proyecto para mejorarnos España. Su objetivo principal y casi único fue el mover la silla de quienes legítimamente argumentaban con sus actos (unas veces acertados y otras errados) la posibilidad de un pais homologable en una Europa mucho más moderna y con horizontes de tintes más sociales, menos rancios y más del siglo XXI. Ahora, las cifras vuelven a serles contrarias porque los legítimos nacionalismos del congreso ni les dirigen la palabra salvo para aborrecerlos, tras ignorarlos, y eso ya lo consideran una afrenta merecedora de castigo por activa, pasiva y neutra, con o sin razón, desde la mentira o desde la manipulación. Su vieja guerra golpista y sus muchos asesinados sembrados por las cunetas sirvieron para poco, salvo para “arretestinar” de tristes fantasmas los recuerdos de nuestros mayores. No puede por tanto sorprendernos observar a una sobreactuada Gamarra muñiendo para un Feijoo menguante una absurda ilegitimidad del Gobierno, al que no duda en su hiperbólica formulación tachar de golpista, a unos mequetrefes dialécticos de VOX escenificar con su salida del hemiciclo una pataleta de fascistillas de bajo cuño, mosqueados, aduciendo falsamente desde el ridículo un incumplimiento constitucional contra una Constitución que nunca respetaron y contra la que su ADN luchó desde su gestación. También, aprovechando este -totum revolutum- del jueves negro, unos descompuestos Ciudadanos buitrearon en busca de no se sabe que voto enclenque y peregrino, buscando aceitar la miserable bisagra de su caladero en la estupefacta pantalla del salón comedor. Madrid capital, el 16, se levantó muy demacrado, y todas las provincias ojerosas buscaron en la prensa explicaciones a este desatino político que ha provocado el PSOE con una “ley malversada y mal estrofada”, que a casi nadie gusta, que viene roída y envenenada por un desacato legal de 4 años perpetrado por un vergonzante y penoso PP, jaleando la barbarie jurídica desde la estulticia para salvar sus muebles, sus miserias y sus reconocidas penadas corrupciones. El Boinas, viejo gato escaldado, me recordó lo que los labradores dicen en Castilla cuando el sol del agosto canicular cuece las piedras hasta crujirlas: “¡hace un sol de justicia!” Pues eso. Si esa justicia está secuestrada en manos de unos y de otros, aunque “más presa de los más impresentables”, nos crujirán sin remedio y nos dejarán perplejos fuera de juego, una vez más, con sus tan poco edificadores espectáculos grotescos.
*WIKIPEDIA
La patafísica es un movimiento cultural francés de la segunda mitad del siglo XX vinculado al surrealismo. El nombre proviene de la obra Gestas y opiniones del doctor Faustroll, patafísico, de Alfred Jarry. A raíz de su lectura, algunos admiradores empezaron a practicar una ciencia paródica llamada patafísica, dedicada «al estudio de las soluciones imaginarias y las leyes que regulan las excepciones».