Hubo una época en que tanto Marx como Bakunin pretendían liberar a la clase obrera. No es el momento para explicar sus distintos planteamientos que dieran lugar a la escisión de la I Internacional pero ambos revolucionarios tenían una concepción antropocéntrica mejor o peor enfocada, pero en la que el hombre o la sociedad y no los bichos o las florecillas campestres era lo más importante. La revolución debía servir a la humanidad o al menos a la clase obrera. Lo de que la Humanidad deba sacrificarse al pretendido cambio climático o al bienestar de la Pachamama es peligrosa novedad progre posmoderna.
Otrora, el PSOE y el resto del movimiento obrero pretendían la reforma agraria, se estableciere como quiera que fuera, para supuestamente elevar la vida de los trabajadores del campo. Sin embargo, la Reforma Agraria republicana tenía importantes defectos de diseño tanto en lo político, lo jurídico, lo técnico cuanto en el aspecto medioambiental o de buenas prácticas agronómicas relacionadas con los sistemas agrarios, es decir los ecosistemas modificados por el hombre. Su fracaso se debió por tanto a toda una serie de concausas, no solo de carácter político.
Con la nueva Restauración borbónica patrocinada por el general Franco el PSOE no se atrevió, o sus amos últimos no le dejaron, a realizar una reforma agraria con criterios modernos de carácter técnico empresarial más que político buscando nuevas alternativas dirigidas al desarrollo rural potenciado por una buena gestión de los recursos agroforestales. La dehesa es un sistema agroforestal de extraordinario interés que permite la producción de proteína animal de calidad con escaso coste energético no renovable y estabilidad ecológica. De gran importancia en grandes áreas del centro, sur y oeste de la Península Ibérica. Pero como alternativa a buscar formas de potenciar el sector primario se arbitraron paguitas compra votos para tener satisfecho al personal propio de su corralito de votos que prefería permanecer fidelizado y ocioso. Con el consiguiente efecto desmoralizador social y de mala asignación de recursos. La política nacional con criterios nacionales se abandonó y se subordinó a lo que ordenaba la PAC, Política Agraria Común, en Bruselas.
Como ya he intentado explicar en otras entregas, la PAC de estos tiempos posmodernos ya no es lo que fue y ahora parece ir dirigida a conseguir la ruina del sector primario en Europa. La perspectiva ha cambiado por completo con el nuevo neomarxismo satanizado que practican la UE, y el actual PSOE y sus socios afines al servicio del globalismo destructivo con, todo hay que decirlo, el colaboracionismo de muchas instituciones incluidas las profesionales incapaces siquiera de denunciar tanta ruina, felonía y desatino. Pero las nuevas zurdas “woke” muy poco tienen que ver ya con los movimientos obreros clásicos. Se trata de gentes desvinculadas de la tradición obrera o trabajadora, muchos de ellos pijerío que en su vida han dado un palo al agua, testaferros o mercenarios del Gran Capital, ignorantes de la realidad rural que tienen la osadía de establecer normativas con sus caprichos arrasadores al cabo destinadas a arruinar autónomos, trabajadores y a la pequeña y mediana empresa que sostienen la vida rural y satisfacen las necesidades de la sociedad en su conjunto.
La agricultura, extraordinario invento del Neolítico que hace posible las civilizaciones, supone una manipulación de los sistemas naturales originarios en un momento dado tanto a nivel de especies como de interrelación entre sí y con el biotopo o medio geológico y geográfico en el que viven. La “restauración” que ahora promueve la UE pretende dar marcha atrás en ese proceso, cambiando las prioridades o jerarquía de valores. Pero una primera idea que conviene comprender es la del papel de la agricultura en la conservación de los ecosistemas y en la producción de alimentos o aprovechamientos, y qué concepto de climax hemos de buscar.
Sucesiones y Climax
Ahora repasemos un poco de Ecología, de la de verdad, no la explotada por chiringuitos tente mientras cobro. Las sucesiones ecológicas son las transformaciones de índole florística o fisionómica que de un modo continuo experimenta el tapiz vegetal. Se llama climax a la agrupación o masa vegetal más estable a que conducen las sucesiones. Representan una expresión de equilibrio entre el clima y la vegetación. Para Bach «la climax es el resultado de del desarrollo natural de la vegetación bajo condiciones climáticas y de substrato dadas, excluyendo todas las influencias externas inhibidoras». Según indica el ingeniero y profesor Ezequiel Rodríguez López en su Tratado de Selvicultura de 1938: «Las agrupaciones climácicas realizan, para cada forma biológica de la vegetación, nuestro llamado máximo ecológico bioecológico u óptimo vegetativo, y acusan, por consiguiente, localización natural de las mismas. La palabra climax, climacis es latina pero de origen griego y significa escalón, y en sentido figurado culminación, y con tal significado se emplea para designar la agrupación en que culmina la vegetación por su propia y natural evolución.» El profesor Rodríguez aclara: «la acepción que hemos visto se complementa con la consideración económica que impone el cultivo forestal. Pues para que un máximo vegetativo realice un climax forestal es necesario que responda además a los fines económicos de dicho cultivo. Con arreglo a esto podemos definir a la climax forestal como un máximo bioeconómico que realiza y asegura la persistencia del máximo rendimiento de una determinada producción forestal. »
Esta idea es lo que llaman Godwin y Tansley Climax alterada. Es el estado de vegetación relativamente estable, que debe su existencia a las actuaciones humanas, como el pastoreo persistente, la siega, etc… en las regiones explotadas desde hace mucho tiempo es difícil diferenciar entre el estado final determinado por el clima y el así derivado. Por ejemplo, las dehesas extremeñas formarían parte de esta clasificación.
Como resumen podemos comprender que aunque se deban tener en cuenta criterios ecológicos de gestión sostenible no cabe abandonar una perspectiva antropocéntrica que está en la base de la Agronomía, la Silvicultura y, al cabo, la razón final de todo, la satisfacción de las necesidades sociales de alimentos u otros productos o aprovechamientos. Pero nadie más interesado que los propios agricultores o ganaderos en mantener en el mejor estado posible sus explotaciones para que vengan ignorantes o fanáticos a explicarles cuantas patas tiene un burro. Debería ser la técnica y el conocimiento al servicio del hombre, no el hombre al servicio de la Naturaleza.
En los sistemas sociales sostenibles se busca un cierto nivel de autoabastecimiento para asegurar las subsistencias. No es cuestión solo de mercados y precios sino de disponer de alimentos para sobrevivir en una coyuntura dada. En los ya lejanos tiempos de la colonización y el desarrollo agrario, instituciones como el antiguo IRYDA fomentaban el regadío y la mejora de las explotaciones. Se intentaba conocer mejor el medio físico que posibilitaba las actividades. Se protegía el sector primario como básico e indispensable para la sociedad, pero por desgracia las instituciones actuales actúan contra el pueblo. En realidad, en cierto modo viene a resultar una pugna a muerte por la ordenación del territorio. Con unos fines u otros. Se disfraza el sabotaje con distintos pretextos más o menos filantrópicos.
Es el diabólico signo de los tiempos que es preciso combatir mientras quede alguna oportunidad.