“Pasará a la historia de la infamia política, jurídica y mediática”. Dijo Mónica Oltra en su renuncia por dimisión como vicepresidencia valenciana y consellera de Igualdad en junio de 1922, refiriéndose a su caso, tras ser maliciosamente imputada en el asqueroso caso de su encarcelado marido que había dejado de serlo bastantísimos meses antes de la tropelía. Lo clavó. Solo El Pais ha hecho eco periodístico medianamente relevante de su exoneración de cargos. Tras más de dos años de investigación, el juez no aprecia “indicios de la comisión de delito alguno y da por cerrado el caso”. Apelotante. Hoy los plumíferos de la derechusma-facholinotipista estarán volcando sacos de negra tinta-carbón sin disculpas sobre sus maldades para con esta mujer que se confundió de partido. Si llega a pertenecer al PP habría salido de rositas porque, según sus más brillantes portavoceros, “los delitos de un miembro de una pareja no se transmiten al otro miembro de la pareja”. Simplemente el juez, ha desestimado y archivado las acusaciones de encubrimiento de los abusos sexuales cometidos por su exmarido en un centro de menores de la Generalitat en Valencia, y ha desligado a esta señora de cualquier concomitancia. Esta repuñetera concepción unineuronal de los medios, en base a los argumentarios de los partidos opositores, es tercamente demoledora y preocupante. Lo que se hizo valer desde la falsedad, contumazmente meditada, valió y dio al traste con esta mujer de la que desconozco su valía política, aunque la presumo capaz, no vale para la inarticulada y desvergonzada Ayuso, que es defendida con uñas y dientes por el PP (Partido Pusilánime condenado por corrupción) en otras acusaciones familiares de preeminencia y la imputación formal de su compañero en una trapisonda digna de lo más chusco de un chotis mal bailado. Lo unicelular como pensamiento político tiene en nuestros pagos estas “parajodas” muy difíciles de hacer entrar en la mollera de sus valedores. Que una política sufriera un viacrucis orquestado desde la iniquidad desoladora de chorro gordo, a quienes sujetaron pérfidamente la manguera con sus plumas, sus teclas y sus rotativas les ha importado menos que tres pepinos y en vez de esconderse avergonzados sacan sus peores y más turulatas artes difamatorias y excúlpantes en la “cosisificacion “ínfima de los peligrosos desmanes de la IDA. Respecto a las acusaciones que se la pretenden colocar a la “mandamasa” -in pectore- para que apechugue y desbarre melones con auténtica madrileña libertad a granel que es, más o menos, restregar sus ovarios antisistema por la puta cara de quienes demandan explicaciones coherentes, solo podemos considerarlo un exabrupto impresentable de proporción bestial. Tristes medios. Apesebrados medios. Deleznables medios. Vendidos medios. Babosos medios. Medios enteros sin alma.