Este texto pertenece al libro Déjame nacer: el aborto no es un derecho, escrito entre 2004 y 2007 y publicado en 2009. La sociedad ha ido cambiando a peor; se ha ido encanallando y perdiendo empatía desde entones. El relativismo moral ha vencido y difícilmente diferencia entre el bien y el mal, sobre todo, los más jóvenes, mucho más maleables y manipulables por un sistema creador de esclavos obedientes de pensamiento único. Lo digo con dolor, con mucho dolor. Defender la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte natural es ser antisistema; es llevarle la contraria a los psicópatas sedientos de sangre y muerte, y eso conlleva ciertos sacrificios a los que las sociedades hedonistas del Estado del bienestar no están dispuestas. Callar es más cómodo. ¿Puede haber una acción más inhumana que poner fin a la vida de un inocente que anida en el vientre de su madre? ¡Pobre rebaño loco! Dicho esto, me subo a la tribuna, elevo mi pancarta, conecto mi altavoz y grito mi arenga subversiva sobre el mayor de los crímenes.
A la mujer se le ha tendido una trampa mortal haciéndole renunciar a lo más sagrado de su naturaleza, arrojándola al precipicio del aborto sin más agarradero que el dolor y las secuelas que, identificadas o no, padecerá a lo largo de su vida.
La información que reciben las mujeres suele ser ambigua y engañosa, incluso la referente a los abortos tardíos[i]. Se publicita el aborto como una intervención médica rápida y segura que no requiere hospitalización, de la que no quedan secuelas; se frivoliza comparando el acto de poner fin a un embarazo con una visita rutinaria al ginecólogo. La ingeniería verbal/social que impera en las políticas feministas, que contaminan todos los ámbitos humanos, esta operación está enmarcada en el eufemismo “maternidad sin riesgos”. Pero sí los hay, y muchos.
En Estados Unidos, la entidad sin ánimo de lucro Women exploited by Abortion WEBA, (Mujeres explotadas por el aborto), agrupa a mujeres arrepentidas que han puesto fin a sus embarazos de manera voluntaria. Su pretensión es asesorar a las embarazadas sobre los efectos perniciosos del aborto, y ayudarlas a buscar alternativas.
Muchas mujeres que han optado por esta práctica de punto final a una vida sufren dolor intenso, mucho mayor del que les habían dicho. En no pocos casos sobrevienen complicaciones con fiebre alta, infección, sudor frío, hemorragias abundantes, vómitos y trastornos gastrointestinales durante días. Los casos de muerte por aborto legal tampoco son aislados, aunque no se publican para no causar alarma en la población. Pasado un tiempo y curadas estas primeras secuelas físicas, pueden aparecer otras más importantes, como esterilidad, abortos espontáneos o frigidez.
El aborto, sea accidental o provocado, no protege frente a la preeclampsia y la hipertensión gestacional en el siguiente embarazo, por lo cual es fácil que sobrevengan abortos espontáneos en las siguientes gestaciones[ii].
El aborto por succión puede causar infección, trauma de cérvix, peritonitis, laceración del útero, trauma renal, inflamación de la pelvis, embolia, trombosis y esterilidad[iii].
El doctor Sánchez Durán, en un estudio español publicado en el 2002 en la revista JANO, resume las principales complicaciones de las que hay que informar a las mujeres que van a abortar en el primer trimestre. Los efectos indeseables inmediatos son “desgarros cervicales, perforación uterina, sangrado y persistencia de restos del embrión dentro del útero. También sobrevienen complicaciones tardías como adherencias o sinequias uterinas y cicatrices e incompetencia cervical que producen parto prematuro y mayor riesgo de pérdida del siguiente hijo”[iv].
El método de dilatación y legrado (D y L) es una de las técnicas de aborto más utilizadas. Tiene los mismos efectos secundarios que acabamos de citar, más otros añadidos, como hemorragia, perforación del útero, infección del tracto genital, laceración intestinal y absceso pélvico. El síndrome de Asherman es otra de las complicaciones del aborto por dilatación y legrado. El mal consiste en la aparición de adherencias en el útero, que causan abortos espontáneos frecuentes, infertilidad y anormalidades menstruales en el mejor de los casos. Estos síntomas clínicos son más frecuentes si el aborto cursó con infección[v]. El aborto por dilatación y evacuación (D y E), además de las citadas, puede causar otras secuelas graves, entre ellas, embarazos ectópicos, niños que nacen muertos o con bajo peso, y malformaciones congénitas.
Algunas explicaciones científicas indican que los abortos espontáneos o la infertilidad se producen porque al impedir las adherencias de tejido en el útero que el embrión se implante en el endometrio, este lo hace en el cuello del útero o en las trompas de Falopio y da lugar a un embarazo ectópico. La mayoría de las veces, este tipo de embarazo tiene como desenlace una histerectomía total, conocido popularmente como un vaciado del útero, por lo cual la mujer queda estéril para siempre y condenada a no poder concebir jamás otro hijo. También se puede producir un embarazo complicado, con peligro para el bebé y para la madre.
Las mujeres que abortan mediante inyección salina pueden sufrir ruptura de útero, embolia pulmonar o coágulos intravasculares. Las complicaciones por el uso de las prostaglandinas en el aborto pueden causar los efectos anteriores y además paro cardiaco, vómito y aspiración de este, fallo renal agudo y embolia cerebral[vi].
Aborto y cáncer de mama
Desde la legalización del aborto en Estados Unidos en 1973, los casos de cáncer de mama han crecido de manera alarmante, y lo mismo ha ocurrido en los países en los que se ha despenalizado. Es cierto que los factores genéticos, la alimentación industrializada y el sistema de vida actual se han identificado como factores de riesgo. Sin embargo, el doctor Joel Brind, profesor de la Universidad de Nueva York y director del Breast Cancer Prevention Institute (Instituto para la prevención del cáncer de mama) de la misma ciudad, declara que los últimos estudios basados en datos biológicos y endocrinológicos revelan que hay una tasa elevada de este tipo de cáncer entre las mujeres que han abortado en el primer trimestre[vii]. Uno de los meta análisis más completos, realizado por el citado doctor Brind concluye que las mujeres que se realizan un aborto provocado antes de su primer embarazo completo tienen un 50 por ciento más de riesgo de desarrollar cáncer de mama, mientras que en las que se lo practicaron después de haber dado a luz, el aumento fue del 30 por ciento.
Otros estudios realizados en Gran Bretaña, Finlandia, Suecia y República Checa revelan, según concluyó un grupo de científicos británicos en el 2001, que las mujeres que han tenido un aborto inducido tienen el doble de posibilidades de contraer un cáncer de mama. El estudio, elaborado con un rigor científico impecable, alerta además de que hasta un 50 por ciento de los cánceres de mama en Inglaterra y Gales en los próximos 26 años tendrán como causa un aborto provocado. El incremento se producirá, sobre todo, en mujeres que nunca han sido madres. “La incidencia de cáncer de mama ha aumentado […] paralelamente al aumento de las tasas de aborto. No hay duda de que se trata de una relación de causa efecto”, declaró Patrick Carrol, investigador y autor del informe[viii]. (En general, son los propios laboratorios farmacéuticos quienes encargan los estudios, o bien financian proyectos universitarios de investigación, la mayoría de las veces viciados ya en origen, pues, lógicamente invierten los fondos para que el estudio sea favorable a la causa que ellos defienden).
A estos estudios no se les otorga el dictamen científico definitivo, porque también hay algunas investigaciones que indican la no existencia de relación entre los abortos inducidos y el cáncer de mama[ix].
En el año 2002, unos treinta congresistas estadounidenses pidieron al Instituto Nacional del Cáncer (NCI, por sus siglas en inglés) que informara en su página web de la relación entre estos dos temas. Esta iniciativa provocó la ira de los médicos partidarios del aborto y de los colectivos antivida, seguido de los dueños de clínicas abortistas y de los laboratorios fabricantes de los diversos tipos de abortivos. Curiosamente, la información que el instituto había colgado en la web fue retirada ocho meses después. Una vez más, el poder económico disfrazado de “salud reproductiva” había ganado una nueva batalla; una batalla contra las mujeres, pues se las privaba de una información –más allá de cuestiones morales o religiosas— vital para su salud.
Los estudios que manejan los abortistas son obsoletos. Datan del año 1973, cuando en Estados Unidos se legalizó el aborto y se empezó a eliminar bebés en gestación de forma masiva. No les interesa analizar los efectos adversos del aborto en la mujer, y sí, por el contrario, impedir que vean la luz las investigaciones de los investigadores independientes, no involucrados en asuntos económicos.
No se conoce ninguna investigación seria que disipe las dudas de la relación entre estos dos problemas (aborto y cáncer). Muy al contrario, de los 38 estudios epidemiológicos realizados, 29 de ellos sugieren que hay una relación evidente, como dejó sentado el ya citado doctor Joel Brind en la revista Ethics and Medics. Asegura el doctor que el problema es mayor cuanto más joven es la mujer que se practica el aborto. De la misma opinión es Chris Kahlenborn, internista de Altoona, Pennsylvania. Por su parte, la doctora Janet Daling dice: “Si una chica de 18 años aborta, su riesgo de contraer cáncer de mama aumenta en un 150 por ciento. Y si la adolescente es menor de 18 años, y el niño que aborta tiene más de 8 semanas EG el riesgo aumenta a un 800 %.
Ya empiezan a aparecer artículos pronosticando que en un futuro muy próximo las mujeres empezarán a demandar a los responsables de sus abortos, por las consecuencias que les han acarreado, de la misma manera que se hace con las compañías tabaqueras. Han surgido ya algunos casos, dos de ellos en Australia, ambos en el 2002. Uno se trata de una mujer que llegó a un acuerdo con el médico que le practicó un aborto, al que había demandado por no haberla informado sobre la conexión que existe entre el aborto y el cáncer de mama. El segundo es también una mujer que demandó al abortero y al hospital por las mismas razones que la anterior, y además por no advertirle sobre los problemas psicológicopsiquiátricos que le podían sobrevenir. Hay muchos casos más en Estados Unidos. Uno de ellos lo protagoniza una mujer que denunció a una clínica de abortos de Dakota del Norte. En otro, las protagonistas son tres mujeres que demandaron a la Organización Paternidad Planificada (Planned Parenthood) local, de los condados de San Diego y Riverside, y a la “Federación de Paternidad Planificada” de Estados Unidos. El motivo de ambas demandas es publicidad engañosa y no haberles advertido de la relación entre aborto y cáncer de mama. La “Federación de Paternidad Planificada” es la filial estadounidense de la “Federación Internacional de Planificación de la Familia” (IPPF, por sus siglas en inglés). Esta organización es citada con frecuencia en nuestros escritos. Recuerde el lector que estamos hablando de la mayor promotora del aborto en el mundo y la madre de todas las organizaciones de planificación familiar, orientación familiar, salud reproductiva y otras, relacionadas siempre con las mujeres y los jóvenes[x].
Frente al escepticismo del Colegio de Obstetricia y Ginecología de Estados Unidos” (ACOG, por sus siglas en inglés) sobre estos estudios, se encuentra el Colegio Real de Obstetras y Ginecólogos de Gran Bretaña, quien advirtió a los abortistas de que el vínculo entre el aborto y el cáncer de mama es una realidad. “Las mujeres británicas están almacenando una bomba de relojería en cuanto al cáncer de mama, debido al elevado índice de abortos y al bajo número de niños”, manifestó su portavoz.
Según el doctor Chris Kahlenborn que “tanto el aborto provocado como los anticonceptivos orales, especialmente durante la juventud, aumentan significativamente el riesgo de que una mujer desarrolle cáncer de mama”[xi]. Por otro lado, retrasar el embarazo conlleva una pérdida de la protección que aporta éste, y existe un mayor riesgo de contraer este tipo de cáncer, según una investigación de la University of North Carolina, EE.UU[xii].
Un estudio realizado en California, publicado en Revista Sureña de Medicina, en el 2002, sobre los efectos secundarios del aborto hasta ocho años después de haberse realizado, alerta del aumento de riesgo de contraer infecciones de transmisión sexual, incluido el sida; de la promiscuidad; trastornos alimentarios y de ansiedad; psicosis depresiva; homosexualidad; accidentes; problemas de crianza de los hijos; maltrato infantil, abandono y críminalidad.
Hay que decir que otros estudios indican que la relación entre aborto provocado y cáncer de mama no es concluyente, pero el tema es tan trascendente que mientras exista una mínima duda, siempre nos posicionaremos de parte de las investigaciones que nos ponen más en alerta. Y si algún día se demostrase científicamente que no existe relación alguna entre el cáncer de mama y el aborto, no tendríamos ningún inconveniente en asumirlo porque, como bien apunta el doctor Luis E. Raez, nos mueven otras razones de índole moral, religiosa y humana, más allá de cualquier consecuencia física, nunca deseable[xiii].
Aborto, alcohol y drogas
Un estudio publicado en la revista American Journal of Drug and Alcohol Abuse realizado por el doctor David Reardon del Elliot Institute y el doctor Philip Ney, psiquiatra de la British Columbia, Canadá, especializados en síndrome postaborto, confirma que las mujeres que se practican un aborto tienen cinco veces más posibilidades de sufrir adicción a las drogas y al alcohol que las mujeres que dan a luz[xiv].
Para el estudio se tomaron los historiales clínicos de 700 mujeres de una franja de edad comprendida entre 24 y 44 años. “Incluso partiendo del rango estadístico más bajo de riesgo relativo, nuestros resultados indicaron que, cada año, solo en Estados Unidos, hay al menos 150.000 nuevos casos de abuso de alcohol y drogas debidos al aborto. Pero con el rango de riesgo relativo que hemos identificado, las cifras reales podrían llegar a 500.000 casos anuales”, asegura el doctor Reardon, coautor del artículo.
El doctor Ney, otro de los autores, muestra su preocupación ya que el abuso de alcohol y drogas es una de las principales causas de muerte y malformaciones de fetos en los embarazos siguientes. El estudio demuestra que las mujeres aquejadas de síndrome postaborto no curado, tienen más tendencia a sentir miedo, depresión y ansiedad en sus embarazos siguientes, y añade que si no pueden conseguir medicación legal tranquilizante, es fácil que recurran al alcohol o a las drogas para inhibir los recuerdos martirizantes de un aborto anterior. Este es el estudio número 16 que revela que la tasa de consumo de alcohol y drogas entre embarazadas con historial de aborto es mucho más alta[xv].
Después de este estudio se realizó otro, sobre una muestra de 2.613 mujeres que habían dado a luz, patrocinado por el Departamento de Salud y Servicios Humanos del Gobierno Federal de Estados Unidos para realizar una evaluación de ámbito nacional sobre el uso de alcohol y drogas legales e ilegales entre embarazadas.
Los resultados de este estudio, que hace el número 17, arrojaron los mismos resultados que el anterior. El doctor Reardon, que también intervino en la investigación, asegura que “el síndrome de alcoholismo fetal es un problema sanitario tan importante que se recomienda a los ginecólogos averiguar si la paciente embarazada ha tenido un aborto anterior para poder ayudarla a superar su adicción.
Aborto, malos tratos y ruptura de pareja
En el apartado que dedicamos a las consecuencias para el hombre hablamos de algún caso en el que la pareja, después del aborto, empezó a tener problemas y acabó en separación. Frigidez, inadaptación sexual o esterilidad son algunos de los síntomas que padecen las mujeres que se han sometido a un aborto. En cuanto a las separaciones, el doctor Milling señala que “el 70 por ciento de las parejas se rompen en el año siguiente a un aborto”.
El doctor Ney asegura que el síndrome postaborto causa hostilidad y disminuye el autocontrol instintivo natural, lo que conduce a situaciones de malos tratos en la pareja y en los hijos.
Aborto y muerte
Más allá de consideraciones morales o religiosas no nos cansaremos de repetir que el aborto puede ser legal –aunque no justo—pero nunca seguro, por muchos eslóganes que los colectivos proabortistas exhiban en su promoción, y por muchas leyes que promulguen los gobiernos mal denominados progresistas.
Como ya apuntamos, los casos de muerte relacionados con el aborto son más de los que, a menudo, se dice, pero no conviene que la ciudadanía sea consciente porque ello retrasaría la política de “aborto para todos gratis y seguro”[xvi]. Con el fin de maquillar los datos, durante años, se han estado haciendo estudios sin el más mínimo rigor científico. Hasta hace poco, en la elaboración de las investigaciones para determinar la tasa de muertes maternas por aborto que publicaba el Centro para la prevención y el control de las enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de EE.UU., del National Institute of Health, solo se tenía en cuenta el certificado de defunción de los registros públicos (en los que no consta la causa de la muerte), a pesar de las críticas continuas de los defensores de la vida, respecto a este punto.
No hace mucho, un grupo de expertos precisó que para que el estudio tuviese rigor científico era necesario cruzar los datos públicos de defunciones, con los del registro médico de muertes en los que sí aparece el estado de la mujer embarazada y la causa de la muerte, datos que no aparecen en los registros de defunción ni en las autopsias.
El dato que se tenía por bueno era que la ratio de muertes por aborto era una sexta parte de la del parto natural. Pero nuevos estudios publicados por expertos internacionales en salud pública, revelaron que la tasa de muertes relacionada con el aborto es tres veces más que la del parto natural.
A este estudio estadounidense viene a sumarse otro realizado en Finlandia con las mismas conclusiones. Cruzando los certificados de defunción con los registros médicos se demostró que la ratio de muertes relacionada con el aborto es tres veces más alta que la asociada al parto.
La investigación realizada en el Centro Nacional de Investigación y Desarrollo para el Bienestar y la Salud de Finlandia, con mujeres de entre 15 y 49 años de edad indicó que las que habían abortado, en comparación con las que habían llevado a término su embarazo, tuvieron un incremento de muertes por enfermedad de un 60 por ciento, siete veces más suicidios, cuatro veces más muertes por accidentes y 14 veces más muertes por homicidios. La conclusión es que las mujeres que abortan tienen cuatro veces más de probabilidades de morir al año siguiente que las que tienen a sus hijos. Concluye el informe que el embarazo contribuye a la salud de las mujeres[xvii].
Otro estudio que el investigador Gissler realizó en Finlandia, publicado en el 2004 en la Revista de Obstetricia y Ginecología de EE.UU., corrobora que la incidencia de muertes de mujeres a causa del aborto es muy superior a lo que se había creído. El estudio compara los índices de mortalidad de mujeres de edad reproductiva durante un periodo de catorce años. El índice de mortalidad de las mujeres que dieron a luz fue de 28 por cada 100.000; mientras que el de las mujeres que abortaron fue de 83 por cada 100.000; es decir, después de un aborto, el índice de mortalidad fue tres veces superior en las mujeres que abortaron.
El investigador Gessner realizó otro estudio en Escandinavia que se publicó en la revista ACTA de Obstetricia y Ginecología en el que revela que la ratio de suicidio aumentó en un 6,5 un año después del aborto en comparación con la de dar a luz. Estos estudios son importantes en la medida que fueron elaborados sin apriorismos interesados, utilizando un sistema consistente y uniforme.
En esta misma línea, otro estudio indicó que el índice de mortalidad en las mujeres que se habían realizado un aborto fue casi del doble en los dos años siguientes, y que este índice se iba incrementando durante, por lo menos, ocho años[xviii].
Son datos revolucionarios que deben marcar un antes y un después en las políticas abortistas. Algunos expertos incluso creen necesario hacer una revisión a las conclusiones del caso Roe versus Wade[xix],determinante para legalizar el aborto en Estados Unidos, porque se tuvo en cuenta la tesis de los movimientos antivida que sostenía que el aborto era más seguro que el parto para la vida de la mujer, sobre todo, al comienzo del embarazo[xx].
Los estudios basados solamente en los datos de defunciones ya eran criticados por los movimientos provida porque los principales médicos de la unidad de vigilancia del aborto del CDC tienen intereses tendenciosos ya que su dinámica es la promoción del mismo.
A pesar de la evidencia de los datos, llevará un tiempo cambiar la mentalidad, sobre todo, porque a los grupos proabortistas como Planned Parenthood (Paternidad Planificada) y su aliado el Alan Guttchmacher Institute (AGI) les interesa difundir los viejos estudios basados en los certificados de defunción. No obstante, a raíz de las nuevas investigaciones documentadas hemos sabido que las autoridades del CDC están tratando de retirar los viejos postulados[xxi].
Estos estudios han venido a darle la razón a la organización estadounidense Life Dynamics que lleva años investigando las muertes de mujeres por abortos legales. La lista de mujeres muertas con sus historias documentadas con absoluto rigor, se agrupan en el proyecto El Muro de Blackmun, llamado así porque Blackmun fue el magistrado del Tribunal Supremo de Estados Unidos que redactó el fallo Roe versus Wade, crucial para legalizar el aborto. Ya hace tiempo que este colectivo denuncia que la lista de mujeres muertas que aparece en su portal es solo la punta del iceberg, porque la mayor parte de las muertes por aborto permanece oculta. Estas palabras muestran una realidad incuestionable: “Los aborteros son lo más bajo de la profesión médica, y el procedimiento del aborto pone en peligro la salud de la madre con el objeto de ponerle fin al embarazo. Cada una de las mujeres difuntas que aparece en este portal ha muerto de un aborto ‘legal y seguro’”[xxii].
A medida que el aborto se ha ido despenalizando y legalizando en el resto de los países, es fácil deducir que los casos de muerte por “abortos legales” se hayan incrementado en la misma proporción que en la nación norteamericana.
Los datos sobre los nuevos estudios en Norteamérica y Finlandia sobre las muertes de mujeres por abortos legales esperamos que hagan reflexionar al resto de los países que carecen de estudios puntuales sobre las consecuencias del aborto en la mujer. La comunidad internacional suele guiarse por las investigaciones estadounidenses. Sin embargo, la IPPF y otras organizaciones son quienes marcan la pauta al resto del mundo y mucho nos tememos que, a pesar de los datos, su proyecto de muerte siga adelante.
Si los efectos secundarios físicos que acabamos de exponer son indeseables para la mujer, las secuelas psicológicas son aún de mayores consecuencias.
Notas y fuentes:
[i] Se denomina aborto tardío al que tiene lugar entre la semana 12 y la 22 de edad gestante, aunque se suele englobar en este término a todos los bebés en gestación a partir de estas semanas.
[ii] Luis Losada Pescador, Semanario ALBA, 23-3-2008.
[iii] Abortion Methodologies: Frequency and Risk. J. D. Barklay, A. Forsythe, and T. L.Parker, The medical Life-Line, marzo de 1986, pp. 12-19; Abortion: Questions and Answers. J. C.Wilke, Cincinnatti: Hayes Publishing Co., pp. 83-131, 1985; The New Our Bodies, Ourselves. The Boston Women´s Collective, pp. 291-316, New York, Simon and Schuster, 1984; Abortion: Some Medical Facts, National Right to Life Trust Fund, 1986; Questions and Answers About Abortion. Planned Parenthood League of Massachusetts, 1986. Todos citados en George Grant. Grand Illusions: The Legacy of Planned Parenthood, Brentwood, Tennessee: Wolgemuth and Hyatt, Publishers, Inc., 1988. Citados por Human Life International.
[iv] Doctor Sánchez Durán, JANO, 2000, nº 1349. Cfr. AVA.
[v] El síndrome de Asherman: una crítica y revisión actual. Klein, S. M. García, C. R.
[vi] We do Abortion Here: A Nursi´s Story. Sallie Tisdale, Harper´s Magazine, p. 66-70, octubre, 1987.
vii] Sisterlife, 1994; Communiqué, noviembre, 1993; The Catholic World Report, marzo, 1991.
[viii] British Scientists: Abortion Doubles Breast Cancer Risk. The Age, Inglaterra, diciembre 2001; The Pro-Life Infonet, infone@prolifeinfo.org. Citados en Global News Report, Human Life International, 10 de diciembre del 2001, hlinenew@)hli.org.
[ix] En general, son los propios laboratorios farmacéuticos quienes encargan los estudios, o bien financian proyectos universitarios de investigación, la mayoría de las veces viciados ya en origen, pues, lógicamente invierten los fondos para que el estudio sea favorable a la causa que ellos defienden.
[x] Settlement on Breast Cancer May Haunt Abortion Industry. Catholic.net 16 enero 2002. Reimpreso con autorización del National Catholic Register, 4, 10-12. Steve Mosher. What the Abortion-Breast Cancer Link Means for Women in the Developing World. Catholic.net, 23 enero 2002. Reimpreso con autorización del Population Research Institute, una organización sin fines de lucro que se dedica a refutar el mito de la sobrepoblación mundial, www.pop.org. Citados todos con la autorización de Human Life International.
[xi] Breast Cancer, Its Link to Abortion and The Birth Control Pill. Chris Kahlenborn. One More Soul Publishing. e-mail: hli@hli.org, página web: www.hli.org.
[xii] Lancet, 2004:1007; Obstet Gynecol Survey, 2003, 58:67-79.
[xiii] El doctor Luis E. Paez es Profesor Asistente de Medicina Clínica, Epidemiología y Salud Pública en la división de Hematología Clínica y Oncología Médica, departamento de Medicina del Silvestre Comprehensive Cancer Center en la Escuela de Medicina de la Universidad de Miami.
[xiv] El doctor Reardon es coautor del libro Forbidden Grief: the Unspoken Pain of Abortion, (La pena prohibida: el dolor callado del aborto).
[xv] Datos tomados del artículo de los doctores Reardon y Ney publicado en la revista American Journal of Drug and Alcohol Abuse.
[xvi] Este texto fue escrito en 2007 y publicado en 2009. La dinámica de aborto gratis en el mundo ha ido in crescendo en los últimos años.
[xvii] Gissler M., Berg C., Bouvier-Colle M.H. y Buekens P, American Journal of Obstetrics and Gynaecology, 2004, 190:422-427.
[xviii] Reardon D. C., Ney P. G., Scheuren F., Cougle J., Coleman P. K. y Strahan T. W., Deaths associated with pregnancy outcome: record linkage study of low income women. Southern Medical Journal, 2002, 95:834-41.
[xix] La decisión del caso Roe contra Wade fue anulada por la Corte Suprema el 22 de julio de 2022. “La Constitución no confiere un derecho al aborto; Roe v. Wade, 410 U. S. 113, y Planned Parenthood of Southeastern Pa. v. Casey, 505 U. S. 833, son anulados; la autoridad para regular el aborto se devuelve al pueblo y a sus representantes elegidos.»Según el dictamen, “la Constitución no hace ninguna referencia al aborto y ninguno de sus artículos protege implícitamente este derecho”, por lo que el caso Roe vs. Wade “debe ser anulado”.
[xx] La legalización del aborto en EE.UU. inició un cambio en los valores humanos de Occidente. A partir de ahí, los países desarrollaron y promulgaron leyes de legalización y despenalización del aborto con supuestos similares. Si EE.UU. no promocionara las políticas abortistas, no se abortaría de forma masiva en el mundo.
[xxi] Del artículo Women are three times more likely to die after an abortion, new study, publicado por el doctor David Reardon en el website del Elliot Institute, www.afterabortion.org/news/CDCdeathswrong.htm, traducido por Human Life International. El Elliot Institute es la fuente más completa que existe en la web sobre información de las consecuencias del aborto provocado y la sanación postaborto. Contiene más de 500 enlaces a miles de páginas de investigaciones originales, testimonios, artículos y otros recursos.
[xxii] Portal de la organización: http://www.lifedynamics.com, concretamente en: http://www.lifedynamics.com/Pro-life_Group/Pro-choice_women. El muro de Blackmun está compuesto de 29 paneles, que a su vez contienen una lista de 347 mujeres con los detalles disponibles en torno a cada muerte.
(Datos y párrafos tomados de mi libro Déjame nacer: el aborto no es un derecho, La Regla de Oro Ediciones, Madrid, 2009)-