“Tenemos plena consciencia de los riesgos que derivan de la línea política que preconizamos basada en la apertura, la liberalización, la seguridad cívica, la africanización, la autonomía de los territorios ultramarinos y el respeto de los pueblos ha disponer de sí mismos, única vía de solución para los problemas nacionales, pero tenemos también plena consciencia de los riesgos que, mucho más graves, que envuelve su ignorancia o su negación” (Portugal y el futuro, febrero de 1974, general Antonio de Spinola).
El año pasado se cumplió el medio siglo de la revolución portuguesa de los claveles, este año se cumple también en España medio siglo sin la figura estadista de Franco. Es interesante recordar los dos procesos históricos vividos en la Península Ibérica de sustitución de sus regímenes militares. En España el golpe portugués produjo reacciones encontradas. Gran inquietud en el Régimen y cierta esperanzada alegría en la oposición y la parte de la población que deseaba cambios políticos. Militares famosos de la época como Diez Alegría se convirtieron para algunos en potenciales émulos españoles del general Antonio de Spínola. Un general aristocrático y elitista, con monóculo como los prusianos, pero crítico con la dictadura que luego daría un contragolpe fracasado a finales de ese mismo año 1974. El 20 de diciembre anterior había sido asesinado, en un estratégico magnicidio no aclarado, el presidente Carrero. Justo el día después de entrevistarse con el siniestro Kissinger y altos oficiales de la CIA, en una reunión sin acuerdos que resultaría fatalmente trágica para nuestro presidente del Gobierno. La situación política española era muy delicada, con EEUU y Marruecos hostigando con el Sáhara y se pensaba que podía pasar cualquier cosa. La situación española era de gran incertidumbre o al menos así lo considerábamos entonces muchos jóvenes de la época. Sin embargo, el Régimen resistió hasta la muerte del general Franco.
Resulta interesante comprender el verdadero papel de EEUU y de la OTAN en el golpe portugués. Un golpe a la forma clásica, no como el posmoderno auto perpetrado por el propio Régimen ahora en el Reino de España en el que las instituciones se van diluyendo hasta convertirse en sus contrarias.. El antiguo imperio portugués fue demolido. La decrépita dictadura fue sustituida por un régimen con votaciones, mejor para el globalismo. La odiada policía política, la PIDE, fue perseguida y algunos de sus miembros que no pudieron huir o esconderse, medio linchados. Los militares más izquierdistas como el almirante Rosa Coutinho o el famoso capitán Otelo Saraiva de Carvalho terminarían destituidos o incluso procesados. También civiles críticos con la deriva pro imperialista norteamericana y reformadores serían eliminados del proceso. Así, el brillante primer ministro Sa Carneiro, que da nombre al aeropuerto de Oporto, como antes nuestro presidente Carrero, sufriría un extraño pero “oportuno” accidente de aviación que le causaría la muerte. También recuerda el magnicidio del también primer ministro sueco Olor Palme. El testigo José Moreira sería asesinado.
Quizás el golpe del 25 de abril, conocido como la Revolución de los claveles haya sido el último golpe de estado clásico en Europa. Un golpe convencional motivado por el sincero patriotismo de la mayoría de sus agentes. Inspirado en el romántico deseo por parte de algunos de sus promotores de “devolver la Libertad al pueblo”. Recuerdo que dos siniestros caraduras, Sartre y señora, fueron allí de señoritos certificadores comunistas de la Revolución. Luego revisada y adaptada a los deseos de la OTAN y a ciertas necesidades del NOM. Sin embargo, pese al internacionalismo mejor o peor entendido de algunas de las fuerzas políticas portuguesas, en su propio Partido Comunista ortodoxo siempre pareció existir un cierto patriotismo. Un sentido de la soberanía nacional y de la dignidad de Portugal que tanto echamos de menos aquí en España en casi todas las fuerzas políticas de la Monarquía pero muy especialmente en las corruptas y degeneradas zurdas españolas y golpistas regionales.
Muchos españoles nos alegremos sinceramente de los logros del querido pueblo hermano portugués. Pero no deja de ser curioso que si durante mucho tiempo buena parte de españoles acostumbraban a mirar por encima del hombro a sus vecinos, hoy, en cierto modo las tornas han cambiado. Y la sensación es la inversa. El Reino de España atraviesa una grave crisis que mucho nos tememos pueda resultar terminal para la antigua nación española mientras la República portuguesa progresa, aun con sus problemas, y puede mirar con relativa mayor esperanza su futuro. Y si el actual gobierno español logra consolidarse no es de extrañar que se produzca una desbandada hacia el país hermano.
Las causas de esta diferente evolución histórica son variadas. Una de las más importantes consiste en sus respectivos sistemas políticos así como los partidos e instituciones que los soportan, incluidos el sentido de pertenencia nacional y de patriotismo. La Monarquía es un Régimen deficiente, caro y pernicioso. Sin elegibilidad directa, auténtica representatividad, ni separación de Poderes, lleva el cáncer en su seno junto con el disparatado, oneroso, ineficaz, liberticida y destructor tinglado autonómico. Toda una insufrible fronda de cargos y cargas políticos, ocho veces más por habitante que en Alemania. Un sistema que promueve la corrupción y cuya incompetencia se viene demostrando. La Corona tampoco protege los derechos civiles conculcados por su gobierno ni arbitra el buen funcionamiento de las instituciones.
En España disfrutamos de una Monarquía que demuestra una y otra vez que forma parte del problema y no de su solución. Sin patriotismo reconocible a la hora de la conducta, resulta cooperadora necesaria por acción u omisión con las fuerzas subversivas contra la Nación. Las instituciones no funcionan y la propia Corona, tampoco. En la práctica, por ineptitud o por complicidad, su verdadero principal papel actual es el de narcotizar a los españoles patriotas que aún creen que va a oponerse a la disolución de la Nación y los derechos civiles. Mientras tanto el golpe desde las propias instituciones del Régimen va progresando sin aparente oposición alguna.
En Portugal cuando se conoció un caso de corrupción casi ridículo en comparación con los que sufrimos en este Reino el gobierno se vio obligado a dimitir. Aquí se hace ostentación indecorosa de corrupción generalizada y no dimite nadie. Faltaría más.
Otra diferencia muy notable, desde luego, se encuentra en las izquierdas respectivas. La portuguesa en el gobierno ha conseguido superávit sin recurrir a políticas de recorte social. Las repugnantes zurdas españolas como las calificaba Machado carecen de patriotismo y sentido nacional. A su permanente corrupción agravada por el reglamentarismo y la falta de libertad económica le unen el ser vehículo de los abusos e injusticias de las reaccionarias extremas derechas golpistas catalanas y vascas con las que se solidarizan y colaboran por ser enemigas de España. Algo increíble pero cierto. Y por mantener y agravar déficit crecientes, engordando la gusanera de la Deuda. Y con ella, el tener que dedicar parte sustancial del presupuesto al pago de intereses. Recursos que son sustraídos a la satisfacción de verdaderas necesidades. Sin olvidar las temibles consecuencias de servidumbre y pérdida de soberanía. Unas zurdas prostituidas y enfangadas en la demagogia que en realidad trabajan para los prestamistas y usureros internacionales.
Desde luego, por supuesto, otra diferencia fundamental es que el pueblo portugués tuvo la inteligencia de rechazar el sistema autonómico que le ofrecía, para su desgracia, lo más degradado de su casta política. Esto permite una cierta unidad de criterio, la contención del gasto, así como evitar que el propio Estado financie la subversión contra la Nación como ocurre en el empobrecido Reino de España.
¿tra vez los senderos que se bifurcan? El Reino de España, va derechito al despeñadero. En cambio, la República Portuguesa parece ir avanzando pese a todo en un relativo progreso y libertad, dentro de lo que cabe. Mis mejores deseos para Portugal, que parece va a pasar a ser nuestro modelo de futuro. Portugal e o futuro, era el famoso libro del general Spinola.
Parafraseándole, acaso hoy podríamos decir nosotros, ¿nuestro futuro está en Portugal?