Lola Raigón, ingeniera agrónoma y profesora universitaria, experta, podríamos decir, en alimentación ecológica, está preocupada porque lo esencial, la comida, las semillas que la producen, pueden caer en la mano de empresas privadas, además de que puedan perderse para siempre al convertirlas en transgénicas. No obstante, es optimista porque a pesar de las crisis económicas últimas lo ecológico ha seguido creciendo.
Esta es su charla con Marcela Caldumbide
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LAS CLAVES DE LA ENTREVISTA
Lo que ocurre en el Mar Menor se denunció en el año 19, lo que quiere decir que se conoce incluso desde antes. Hay abuso de fertilizantes nitrogenados, donde el nitrógeno se aporta en sales nítricas, los llamados nitratos, que son moléculas altamente solubles en agua y cuando llueve o se riega penetran en el suelo contaminando los acuíferos. A eso debemos añadirle el fósforo y el oxígeno, que atrapa del agua dejándola muerta.
Lo que ocurre en la agricultura tiene un efecto mariposa para lo que es la contaminación, un efecto paisajístico, económico, social y hasta mental porque los habitantes de la albufera del Mar Menor se encuentran con un patrimonio totalmente devaluado.
España es exportadora de productos ecológicos y convencionales.
Debemos reflexionar sobre cual es el modelo de planeta que queremos.
Los alimentos ecológicos no son caros, lo son los convencionales porque por cada euro que pagamos por estos últimos alimentos hay que pagar otro euro para subsanar los problemas medioambientales que genera su producción, más otro euro para pagar los problemas de salud humana: obesidad, diabetes, intolerancia al gluten…
Debemos actuar en los comedores de los colegios y en los hogares, educando a la población infantil para tener consumidores más concienciados en el futuro.
Durante las crisis de 2008, 2018 y la crisis del coronaviruis el consumo de alimentos ecológicos se ha disparado. Y las dos primeras fueron económicas.
En el modelo ecológico todo tiene que estar certificado como ecológico: la semilla, los insumos, etc.
La Ley de Semillas lleva a una serie de obligaciones que no se ajustan al intercambio, a guardar tus semillas, etc.
Si una empresa tiene el control de una semilla y nos cierra su venta para producirla nos quedamos sin ese alimento. La Administración no es consciente de esa dependencia.
Desde la Sociedad Española de Agricultura Ecológica y desde la Universidad Politécnica de Valencia se ha colaborado en un proyecto europeo para asociar las semillas a los territorios donde puede producirse.