Cada semana nos desayunamos con una campaña contra el dióxido de cloro. En España, las últimas las orquestaron la Organización Médica Colegial (OMC) y el Instituto Nacional de Toxicología (INT). ¿Motivo? En el caso del Instituto, por 26 consultas telefónicas de supuestos intoxicados por esta sustancia. El Instituto advertía que el ClO2 o dióxido de cloro no es para consumo humano y que puede producir insuficiencia hepática y renal, además de náuseas, vómitos, diarreas… La canción de siempre, que diría algún médico familiarizado con el uso terapéutico del también llamado CDS. ¿Avaló el INT la información con algo más que supuestas llamadas telefónicas? Digo supuestas porque no se evidenció de dónde provenían ni las iniciales siquiera de sus autores o la duración, y aún menos se reflejó su contenido.
¿Añadió el INT estudio clínico alguno que demuestre su toxicidad tomado a dosis indicadas por los médicos? Porque es evidente que no es lo mismo tomarse un Ibuprofeno que seis, o tomárselo cada 8 horas que cada 2. No explicaban nada, pero varios canales de televisión, al menos una agencia de noticias y varios medios impresos y digitales, titularon advirtiendo de lo peligroso que es para la salud. Su fuente de información era obviamente el INT.
La doctora por la universidad autónoma de Barcelona y especialista en medicina interna por la Universidad estatal de Nueva York, Teresa Forcades hizo una amplia investigación bibliográfica sobre la materia y descubrió un estudio clínico de máximo nivel que demuestra cómo interactúa el clorito de sodio – hermano mayor del dióxido de cloro – en el organismo. Y de toxicidad nada de nada, dicho por ella con datos en la mano los cuales tiene el Instituto de Toxicología también a su alcance porque, ¿a quién pertenecen tales datos…? A la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y a la OMS, la poderosa organización sanitaria mundial. ¿Por qué no los han utilizado? Eso sería entrar en el terreno de la especulación y hay tanto que contar que tenemos que avanzar.
La doctora Forcades averiguó también que había otro estudio clínico que realizaron la Clínica Mayo, el Massachusetts General Hospital, la Universidad de Columbia… Más de una veintena de centros de primera línea determinaron que el clorito de sodio no tiene efectos secundarios. Hay más información en el capítulo 1, también, de un revelador tercer estudio que derivó en un medicamento en Tailandia que se aplica a la cistitis hemorrágica post-radiación y en úlceras de pie diabético.
Por cierto, para quien aún no lo sepa o lo haya olvidado, “el clorito sódico es el producto a partir del cual se fabrica el dióxido de cloro una vez que se acidifica”, según palabras de Jorge Gaupp, especialista en el tema. Él y el médico Alberto Martínez han publicado un excelente informe bibliográfico científico sobre el dióxido de cloro y sus ensayos científicos, sobre su toxicidad y sobre sus fronteras terapéuticas.
Una aclaración:
- NaClO2 o Clorito sódico>
- ClO2 o Dióxido de cloro
- NaClO o Hipoclorito Sódico (Lejía)
- NaClO2 + HCl = ClO2 o Dióxido de Cloro.
Conclusión: la lejía, como se puede comprobar en las fórmulas químicas, no es dióxido de cloro, que es un antiséptico también, pues se utiliza en la depuración del agua, pero los productos son distintos. Lo decimos porque hay médicos y periodistas, y así figura en no pocos titulares, que dicen que el dióxido de cloro es lejía. Oiga, lo dicen y se quedan tan panchos porque no ha habido hasta ahora ninguna disculpa por confundir a sus pacientes, lectores, oyentes o espectadores. Salvo cuando han sido demandados y los tribunales les han obligado.
Pero sigamos. Lo que sí mencionaba el INT en su informe era a Bolivia. Decía que efectivamente sus dos cámaras lo han aprobado, pero que eso no es importante, que un Senado y un Congreso lo respalden no es notorio ni ejemplar a pesar de que es el único país en el mundo que lo ha aprobado, pero según ellos de lo que hay que hablar es de que su presidenta y su ministra de Sanidad quieren derogar esa ley. Aquí nos surgen un montón de preguntas que trataremos de resumir: ¿cómo es posible que solo dos personas de un gobierno se enfrenten así a dos hemiciclos, cuando además los datos del uso del CDS están siendo buenos y se están implicando en ellos universidades y hospitales? ¿Hay alguien detrás de la actual presidenta Jeanine Áñez y de su ministra de Sanidad? ¿Acaso son más listas la presidenta y la ministra que todos los diputados y senadores bolivianos? Para Germain Caballero, alcalde de San José de Chiquitos, localidad de unos 41.000 habitantes que fue la primera en librar a sus ciudadanos de la pandemia (ver capítulo 3), la cosa es que esas opiniones, de presidenta y ministra, se hicieron más para el exterior que para los propios bolivianos. Y por último, ¿no les parece raro que un Instituto de Toxicología, y además español, se meta en la arena política internacional opinando? Por cierto, nosotros requerimos por dos veces que nos pasaran la nota informativa del Instituto, sin lograrlo, decían que nos la habían enviado, pero nunca nos llegó. Para saber qué decía tuvimos que buscarnos la vida por otra parte.
Les voy a recordar cuáles son los datos de la pandemia en Bolivia, los datos oficiales que reporta el país a través de su ministerio de Salud: en agosto había 2.004 casos, el 7 de septiembre eran 835 y 310 a fecha del 21 de septiembre. Y eso que solo en dos de los 9 departamentos o autonomías los médicos pudieron actuar con plena libertad en el país.
El informe del INT, como el que emitía la OMC, se basa en una lejana denuncia de la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA) que asegura que la ingesta del dióxido de cloro provoca insuficiencia respiratoria, puede llevar a arritmias potenciales mortales, anemia hemolítica e hipotensión causado por la deshidratación. En teoría, si lo dice la FDA, habría que creerlo a pies juntillas, que es lo que hace la mayoría, pero dada la situación y los lapsus de veracidad que llevamos observando, o de olvidos imperdonables, o de meteduras de pata, quisimos saber qué decían los especialistas en el dióxido de cloro, los que lo manejan en el día a día con sus pacientes, y nos encontramos con que a todo ello había contestado la boliviana doctora Patricia Callisperes en una noticia que MM tituló: “La presidenta de la COMUSAV Bolivia califica de irresponsable a la OMC española...”. Lo que dijo la doctora se resume en: “Nosotros ya tenemos demostrada – como Comité Científico de COMUSAV Internacional – la no toxicidad (del CDS), estoy hablando de algo demostrado, no de suposiciones. Estamos hablando de demostraciones científicas”. No obstante, la doctora matizó que “hay mucho por investigar y por descubrir de esta sustancia, pero negarla es un error”. Para los que aún desconocen qué es la COMUSAV, Coalición Mundial de Salud y Vida, informarles que es una organización compuesta por 3.000 médicos y profesionales de la salud de 20 países del mundo que defienden el uso del dióxido de cloro.
Pero sigamos con la OMC, que incluyó en su informe varias referencias bibliográficas que refrendan su posición, la mayoría de las cuales provenían, como dijimos, de la FDA y también de la Agencia Española del Medicamento y Productos Sanitarios (AEMPS). La Organización Médica Colegial concluía:
- El compuesto de dióxido de cloro pone en peligro la salud del paciente en las dosis y métodos mencionados anteriormente, por ello desaconsejamos su uso en tratamientos con el fin de tratar y eliminar la COVID-19.
- No se ha demostrado que los productos de dióxido de cloro sean seguros y eficaces para ningún uso, incluyendo el tratamiento de la COVID-19.
¿Dosis? En el informe, de apenas tres páginas, la OMC no explicita dosis alguna, pero ahí está parte de la clave, como decíamos antes. si se toman 10 ml al día de dióxido de cloro no se tendrán los mismos efectos en el organismo que si se toma 1 litro al día. Señores de la OMC, tengan o no razón, al menos no hagan chapuzas.
Lo que sí incluye la OMC son varias notas informativas que se hacen eco de que el clorito de sodio había causado “reacciones adversas graves a dos ciudadanos canadienses”, y hace referencia también a que la AEMS lo había declarado ilegal como medicamento y que la FDA norteamericana había “recibido reportes de personas que experimentaron eventos adversos graves después de tomar un producto de dióxido de cloro”, eventos como:
- Insuficiencia respiratoria causada por una condición grave en donde la cantidad de oxígeno que se transporta a través del torrente sanguíneo se reduce considerablemente (metahemoglobinemia).
- Cambios en la actividad eléctrica del corazón (prolongación del QT), lo que puede llevar a ritmos cardíacos anormales y posiblemente mortales.
- Baja presión arterial mortal causada por deshidratación.
- Insuficiencia hepática aguda.
- Conteo bajo de células sanguíneas debido a la rápida destrucción de los glóbulos rojos (anemia hemolítica), lo que requiere una transfusión de sangre.
- Vómitos severos.
- Diarrea severa.
Más adelante la FDA también informa que en 2010 denunció el uso de estos productos, que tienen diversos nombres, y asegura tener muchos más casos de personas que tras tomarlos tuvieron efectos adversos, sin especificar cuántos casos ni qué les sucedió. También afirma que “la FDA no tiene conocimiento de ninguna investigación que demuestre que estos productos sean seguros o eficaces para tratar enfermedad alguna”. ¿Se puede ser más vago en las precisiones? Dos canadienses, muchos más casos de personas… no tiene investigaciones… Esos son sus datos.
Pero salgamos de lo terapéutico y volvamos de nuevo a la seguridad del dióxido de cloro. Jorge Gaupp, especialista en la materia, dice que en el estudio con humanos que se hizo en una clínica de primer nivel norteamericana (debe ser el mismo que plantea Forcades) se administró hasta 2 mg de clorito sódico por kilo de peso, que es un dosis alta, y que no hubo efectos adversos. “Con dióxido de cloro hay menos estudios en humanos y con dosis más bajas. Pero la propia Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) los da por válidos como NOAEL, como dosis a la que no hay efectos adversos”. Gaupp continúa informando que “no se ha detectado ningún efecto secundario desde 3 mg por kilo de peso corporal hacia abajo. Así que si esta misma agencia da por válidos todos esos estudios en animales y algunos en humanos, entendemos que no hay evidencia científica sobre la toxicidad del CDS a las dosis que se están recomendando”.
La investigadora peruana Rita Denegri hizo una presentación en su día que está al alcance de cualquiera en internet y que se basa en datos que administra la propia Agencia de Protección Ambiental (EPA) y que suscribe nada menos que la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD). Según estas poderosas e influyentes agencias, hay más, como una decena, la concentración mínima que produce efectos tóxicos es de 14 mg/kilo y la máxima que no causa reacción adversas es de 3 mg/Kilo/. La doctora asegura que lo que habitualmente se usa es un máximo de 1,1 mg/kg. Denegri hace una certera observación, que es la de que hay numerosos fármacos con una elevada toxicidad y que necesitan a la hora de implementarse grandes recursos. “No es el caso del CDS”, matiza la investigadora.
Sobre su posible toxicidad también se manifiesta la veterinaria e investigadora mexicana Karina Acevedo en un reunión telemática organizada por la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM). Para ella, la manera de asegurarse no era haciendo referencia a testimonios recopilados en libros no académicos, “hay que atenerse a las pruebas recopiladas de forma científica para eludir un debate estéril, pruebas con controles, riguroso, con aleatorización de los tratamientos, sistemática”. Acevedo también se refirió a cuatro casos reportados de toxicidad manifiesta. Uno fue un suicidio. “Una persona que tomó una alta dosis, muy por encima de los niveles más altos permitidos”. Pues bien, dijo: “en todos los casos, incluido este, las personas se recuperaron sin secuelas”.
“¿Existe evidencia de que tienen efectos virucidas y antivirales? – planteó la investigadora mexicana -. Hay varios estudios que demuestran el efecto virucida. Pero un efecto virucida es distinto a un efecto antiviral. De esto no existe evidencia científica. En la literatura científica se encuentran estudios in vitro con células infectadas, pero no lo que ocurre en todo el organismo”.
EL ERRÁTICO PAPEL DE LA EPA
Todos los médicos e investigadores a los que hemos consultado concluyen en lo mismo: hay mucho que investigar en el dióxido de cloro. Y ninguno lo despreció y menos aún cometió el error de compararlo con la lejía. Sin embargo, digan lo que digan estos y otros investigadores, o lo que concluyan los experimentos de esos grandes hospitales, lo cierto es que la OMC asegura que el dióxido de cloro o el clorito sodio son tóxicos; y aún va más allá cuando dice que “el dióxido de cloro, en cualquiera de sus presentaciones (a: solución de dióxido de cloro, CDS por sus siglas en inglés; o b) suplemento mineral milagroso, MMS por sus siglas en inglés) no son aceptables sin haber demostrado que el balance de beneficios y daños añadidos es mejor que la no intervención o que la intervención con un placebo”. Lo que podría significar un intento de invalidar los acuerdos de Helsinki, el artículo 37 del que hemos hablado en otro capítulo y que viene a decir que los médicos pueden invocar ese artículo para, con consentimiento del paciente, y cuando no hay otros recursos, poder utilizar cualquier producto que ofrezca alguna garantía de que pudiera salvar la vida de una persona”.
Está claro que la OMC española ignora todos los estudios clínicos, con animales o humanos, o de campo, realizados en Bolivia, en México, EE.UU., Tailandia… tanto con el clorito sódico o MMS como con el dióxido de cloro o CDS. Para que los ciudadanos nos aclaremos y dado que unos y otros viven en universos paralelos, ¿no sería bueno que ambas partes se sentaran y acordaran realizar un ensayo clínico que demostrara lo que según unos y otros debería demostrar el CDS? Un ensayo para demostrar su seguridad, su toxicidad y cuáles son sus efectos negativos, por si hay quien cree que no está suficiente demostrada. Sí, ya hemos descubierto que hasta la EPA cuenta con algún ensayo clínico de estas características, pero podría volver a hacerse con la única intención de dejar de una vez contentas a todas las partes.
Un ensayo que revelara su toxicidad y otro que determinara su acción real en el Covid-19, ¿Por qué no lo hacen? Nosotros, los ciudadanos del mundo, seríamos los más beneficiados, tanto si los resultados son negativos, pues no nos crearemos inocentes expectativas si estamos enfermos, si estamos contaminados y, sobre todo, si los resultados son positivos. Porque, señores de la OMC, de la FDA, de la AEMPS, parece estar claro que el dióxido de cloro ha venido para quedarse. En su formato MMS o clorito de sodio lleva 13 años ya en el mercado y sigue creciendo. Ahora lo defiende una organización internacional compuesta por 3.000 médicos. ¿Ha habido algún producto en la Historia de la Medicina que haya provocado una respuesta social de esta magnitud?
¿Qué lograron la OMC y el INT con su campaña mediática? Poca cosa. Como ya hemos dicho, contribuir al empobrecimiento del debate que hay en torno al CDS o dióxido de cloro, un producto que sigue demostrando para muchos médicos evidentes posibilidades terapéuticas, sobre todo con el coronavirus, y hacer que los medios de comunicación se lancen contra él con llamativos y negativos mensajes.
Queda por añadir del Instituto Nacional de Toxicología español un dato que aporta Jorge Gaupp. “Hay 26 consultas para el dióxido de cloro – nos dice -, pero es que para homeopatía, en un año normal, hay 400, y es aceptado por todos que la homeopatía no tiene ningún efecto secundario. Se da entonces la circunstancia de que con un 0,04% de las consultas hay peligro y no con un 0,7% de consultas”.
Pues así están las cosas, el dióxido de cloro es para algunos el diablo de la química.
Terapéuticamente hablando sabemos lo que nos cuentan: que es óptimo para acabar con el coronavirus o que ataca y hace desaparecer las bacterias. El médico español Alberto Martínez quiso saber más, incluso lo probó: «vi que no era tóxico, lo probé incluso a dosis muy altas, el doble de las recomendadas, sin ningún tipo de efectos secundarios. He tomado el producto a diario sin descanso durante cuatro meses consecutivos a dosis altas, a dosis de entre 20 y 30 cc al día de solución de dióxido de cloro al 0,3 % disuelto en 1 litro de agua. Lo he tomado a diario ese tiempo sin ningún efecto secundario. Incluso, para probar el margen de toxicidad, tomé dosis de 60 ml al día de dióxido de cloro al 0,3% disueltos en un litro de agua. No hay efectos secundarios”. Martínez quiso asegurarse de que no le mentían sobre su toxicidad antes de aconsejárselo a otros.
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Anteriores capítulos:
Capítulo 1. Dióxido de cloro: ¿Ángel o demonio? ¿Estafa o descubrimiento?
Capítulo 2. Dióxido de cloro y el alma de los médicos
Capítulo 3. Bolivia o la esperanza contra el coronavirus
Somos bastantes los que conocemos CDS.
Hay que mantener activa la comunicación y videos.
Muchas gracias